Diario de Valladolid

30 AÑOS DE EL CORTE INGLÉS

El desembarco de los 501

Marcas y últimas tendencias llegaban a gran escala; el boom del vaquero 501 por 8.999 pesetas, los discos de Sabrina por 1.200 y trajes con hombreras y cintura alta / Hace 30 años, el Corte Inglés trajo otra forma de vender y moda primaveral en una tarde nevada. Creó un polo comercial fuera del centro que impulsó la zona / El bus sólo tenía dos paradas más allá

María, Fernando, Carmen, Marta yMontse son cinco de los trabajadores veteranos que permanecen en activo. Empezaron ese febrero de 1988.-JOSÉ CASTILLO

María, Fernando, Carmen, Marta yMontse son cinco de los trabajadores veteranos que permanecen en activo. Empezaron ese febrero de 1988.-JOSÉ CASTILLO

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Alicia Calvo
Valladolid

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La ciudad terminaba prácticamente ahí. El Paseo Zorrilla apenas continuaba, «el autobús urbano sólo tenía un par de paradas más» hasta La Rubia, Parquesol sumaba cuatro calles y un puñado de bloques con piscina, todavía no había multicines en Valladolid y el estadio de fútbol hacía poco que abandonó esa ubicación.

En los anexos de tierra del anterior campo, junto a Juan de Austria, esa fría tarde de hace 30 febreros llegaban de golpe a Valladolid los vaqueros de varias marcas, los colores pastel, cantidades ingentes de trajes de cuadros con hombreras, pantalones de pinzas y de cinturas altas, ropa infantil marinera y faldas vaqueras con tutú. Toda esta mercancía reposaba a sólo unos pasos de los vinilos de Mecano, La Década Prodigiosa o Sabrina, a 1.200 pesetas; menús, a 900, o pollos asados, a 250.

El «acontecimiento» comercial de la década de los 80 y de las venideras irrumpió en la capital. El 26 de febrero de 1988, el Corte Inglés abrió sus portalones y los vallisoletanos, y unos cuantos curiosos de otras provincias porque era el primero de Castilla y León, abarrotaron sus ocho plantas y 41.814 metros cuadrados que traían la última moda en un tiempo en el que la confección low cost –de bajo coste– aún no existía y en su interior se vendía desde loros a telas o sandías fuera de temporada.

Ese y el siguiente se recuerdan como dos de los inviernos más fríos y con más niebla, pero este centro se empeñó en que era tiempo de primavera y lo fue, al menos de puertas para adentro.

‘Ya es Primavera en El Corte Inglés’, rezaba uno de los eslóganes promocionales. Sin embargo, algunos de los trabajadores que aún permanecen en activo en la compañía recuerdan que «caían chispitas de nieve» en la tarde del 25 de febrero, en la que el por entonces presidente de la Junta de Castilla yLeón, José María Aznar, acompañado del alcalde de la ciudad, Tomás Rodríguez Bolaños, inauguró el centro comercial más grande de Valladolid.

La primera hornada de trabajadores –un millar, con una media de 25 años y el 90% vallisoletano– soportó colas «interminables, desde las cinco de la mañana», en un proceso de selección que recibió 33.000 currículum.

Varios de esos integrantes rememoran la expectación de la apertura generada en la población, no acostumbrada a este modelo de comercio. «Las vecinas no me hablaban de otra cosa», indica Montse de la Fuente, que se inició de cara al público a los 22 y acaba de recalar en Perfumería. «Toda la ciudad pasaba por aquí».

María Freire, ahora en Boutique Internacional de Mujer, trabajaba en una de las áreas que más afluencia congregó, la de Territorio Vaquero. «Venían sobre todo a por el 501 de Levis. Era un boom», comenta sobre una prenda que se vendía a 8.999 pesetas en uno de sus modelos más intermedios. El de la etiqueta roja sumaba otras 1.000 pesetas más. Tanto interés despertaba este tipo de ropa que doce empleados se dedicaban a vender vaqueros.

Aparecía la oferta multimarca, que atraía a una clientela que antes se trasladaba a Madrid a adquirir su vestuario. «Los polos de Lacoste también les parecía lo más», apunta María. «Valladolid era de vestir bien y de ir a la capital madrileña a por sus diseños. Abrir el Corte Inglés para muchos fue como traerse un poco de Madrid, y eso también gustaba», añade.

Sus compañeros señalan la irrupción de las tallas especiales «estilosas» dentro de la moda y otras novedades que supusieron todo un avance para la mentalidad generalizada de la época, como la ropa interior tan expuesta. «Estaba a la vista de todo el mundo. ¡También de los hombres! Fue el lugar donde ellos se atrevieron porque en las mercerías a las que estaba acostumbrada Valladolid entraban sobre todo mujeres», manifiesta Carmen Ramos, trabajadora que tilda de «fiesta» para la ciudad el desembarco de esta firma en aquel final del invierno.

Sin embargo, también hubo reticencia del comercio tradicional. Incluso en ferias, hicieron un piquete como protesta por la apertura vespertina.

«Tirantes, zapatos abiertos y tonos suaves» entraban en las bolsas de plástico con las que salían los compradores con bufanda, no sin antes haber realizado un auténtico circuito «de varias horas». «Era como una atracción. Se pasaban la tarde aquí, había mucho que mirar y ese concepto en la ciudad antes no se tenía», señalan Marta García y Fernando Sebastián.

Ambos se iniciaron en dos de las secciones de este centro que sorprendían. Él, en la de frutería, que «impresionaba por su inmensidad», y ella, en la de lista de bodas, que supuso «una pequeña revolución».

Inciden en que Valladolid tampoco contaba «con demasiada oferta de ocio, más allá de bares o cines», muchos de ellos cerrados ya, como el Vistarama o el Coca.

Los montajes en fechas señaladas de Cortylandia, que convertían la fachada en un escenario de muñecos, canciones y diálogos congregaban a familia enteras a las puertas. Sobre Gulliver versó el primero, en Fiestas, que por entonces se celebraban en San Mateo. Había quien repetía tarde tras tarde. Después fue el turno del mundo del circo y del Arca de Noé.

«Me llegaron a preguntar si había guardería», apunta María para explicar que los sábados ese microcosmos se convertía en un lugar que hacía Comunidad. «Venían de excursión de Salamanca, de Burgos, de Zamora, de León, de toda Castilla y León, sólo por el Corte Inglés. Había aparcamiento y muchos empezaban desde el sótano e iban subiendo».

Y es que esa particular ruta turística disponía hasta departamento de ‘turismo’, que vendía objetos típicos de distintos lugares; y contaba con otras secciones también extintas, pero igual de impactantes en aquel momento, como la de animales, en la que parte de la plantilla sitúa «una amplísima pecera con tanta variedad que se quedaban pegados al cristal»; o la de tejidos, que despachaba metros y metros de tela, y el locutorio, en el que no faltaba movimiento.

Montse vendía en hogar las «novedosas máquinas caseras de rayos uva», que puntualiza que «daban para la cara y poco más» y eran uno de los productos estrella que se conseguían en este edificio, igual que una olla exprés alemana que rompía con las marcas tradicionales y también causaba furor entre la clientela.

TRANSFORMACIÓN URBANÍSTICA

Quienes se vistieron el traje de El Corte Inglés desde aquella gélida tarde y aún hoy se lo ponen cada mañana aseguran haber presenciado una transformación en distintos ámbitos arrastrada por este gigante del comercio.

Marta, Carmen, Montse, Fernando y María exponen que supuso un cambio en las costumbres, en la forma de comprar, en la demanda y también en el desarrollo urbanístico. «Creó otro polo comercial distinto al casco histórico», indican estos empleados, que señalan el crecimiento posterior a partir de estos grandes almacenes hacia lo que hoy es Parque Alameda y alrededores en el sur de la ciudad.

Montse veía morir el bus a pocos pasos de su casa, cerca de El Corte, y a María le preguntaban que si estaba «loca» por vivir en Parquesol: «A ver cómo vas a bajar en invierno, si no hay nada», le insistían por trasladarse a un barrio en incipiente confección.

Si de algo presume este quinteto es de haber contribuido a instaurar «un comercio más cercano y preocupado por asesorar al cliente». «En otras tiendas se volvieron más amables», asevera Carmen, que como sus otras tres compañeras hoy viste blusa blanca y pantalón, éste por elección, mientras antaño todavía «no había evolucionado la libertad del uniforme actual» y la norma marcaba falda azul marino, chaqueta de punto, camisa a rayas y lazo al cuello.

En su memoria, y en la del resto, aún permanecen las expresiones de sorpresa cuando el archiconocido eslogan sobre la devolución del dinero llegaba por primera vez al ciudadano. «No se creían que podían devolverlo y les dábamos el dinero», relata María.

Donde también perciben diferencias es en el consumidor y, por extensión, en su forma de trabajar. «Antes se detenían más, se dejaban asesorar y se llevaban puesto lo que traía el Corte Inglés porque marcaba tendencia», subraya Marta, a lo que Fernando agrega que ahora «lo quieren todo más rápido». «Están más informados, por las redes y la publicidad, y ya saben lo que quieren. Vienen y lo piden», coinciden Carmen, María y Montse. «Ya no todo es llamativo».

LINA MORGAN Y KIM BASINGER

Los rostros famosos se asociaron desde el principio con la marca de este grupo, que ya suma 1.686 empleos directos en la provincia, 3.602 en Castilla y León, y compra a proveedores castellanos y leoneses por más de 178 millones de euros.

De repente un día, los ciudadanos veían una imagen de los presentadores o actores del momento extendida en un cartel que colgaba de la fachada. Lina Morgan y la presentadora del Un, dos, tres, Maira Gómez Kemp, abrieron camino.

En el plano internacional, en los comienzos apareció Kim Basinger, pero los personajes patrios seguían presentes. Arturo Fernández protagonizó otra de esas tradicionales campañas de los inicios que caracterizaban al centro comercial que cumple 30 primaveras entre los vallisoletanos.

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