Diario de Valladolid

COMPROMISO SOCIAL

Un padrino que acompaña

Toda la vida a su lado. Pablo es una de las 30 personas que acompañan a chavales tutelados o ex tutelados en su transición a la vida adulta / Cada voluntario del programa Enlace de Adsis ejerce de guía y referente continuo para un menor. Le llama, salen a tomar algo, se interesa por él y le ayuda a resolver sus problemas. En la práctica, después de ‘hacerse mayores’ el contacto perdura y el apoyo emocional, también /Álvaro agradece su respaldo cuando estaba solo y vivía en un centro. «Me ayudó a tener una vida normal. Me sacaba al cine, a dar una vuelta, me escuchaba y me escucha» / 8 menores están en centros a la espera de encontrar a su enlace

Álvaro y Pablo (sentado) mirando la sección de ofertas de trabajo del periódico.-J.M. LOSTAU

Álvaro y Pablo (sentado) mirando la sección de ofertas de trabajo del periódico.-J.M. LOSTAU

Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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Tiene seis hermanos biológicos, con los que no convive desde que tiene diez años, y una especie de «hermano mayor» adquirido hace tan sólo cuatro. En realidad, es como un padrino que siempre lo acompaña, desde la distancia o en proximidad.

Cuando Álvaro conoció a Pablo comenzó a pensar menos en lo lejos que se encontraba de su familia y en los conflictos que vivió durante su corta infancia en casa. Gracias a esa nueva presencia resultaron más sencillos sus últimos años en un centro de acogida, en el que explica que recaló porque sus padres «no fueron capaces» de atenderlo y la Junta tuvo que hacerse cargo de su tutela.

Pablo apareció, a través de la Fundación Adsis, como su «enlace a una vida normalizada», a un entorno sin conflictos, un ocio divertido y responsable y «para echarle una mano en lo que necesite», confiesa.

Este licenciado en Inef forma parte de la treintena de voluntarios que acompaña a menores tutelados o ex tutelados, dentro de un programa creado por esta fundación, para convertirse «en una referencia de por vida, que les ayude en su proceso de tránsito a la vida independiente».

Para este joven de 21 años, ‘su’ voluntario ya supone eso, «un referente» y un confidente. «Viviendo en un centro encontrarse con personas como Pablo te da la vida. Te olvidas de tus padres, de que no están contigo, de todo lo que pasa con ellos. No tiene nada que ver con tus problemas y te abre a un mundo distinto», cuenta Álvaro.

Llevan ‘juntos’ cuatro años y su relación evoluciona a la par que el tiempo. Al principio, Pablo le ayudaba fundamentalmente con los estudios, ahora a elaborar el currículum.

Antes quedaban hasta tres veces a la semana, el voluntario le ha presentado a amigos, le ha invitado a casa y, con más frecuencia, han quedado a tomar algo o dar una vuelta, pero ahora que Álvaro ya ha tendido su propia red social, se ven con menos asiduidad. Sin embargo, el WhatsApp los mantiene conectados y continúan quedando. «De golpe alguien me llevaba al cine, a cenar, a comer, a hacer muchas cosas. Me ayudó a tener una vida normal. Me escuchaba –y me escucha– siempre que me surgía un problema», expone el joven ex tutelado sobre sus inicios.

Cuenta con su apoyo desde que Álvaro tenía 17 años. En este periodo, Pablo ya es la primera persona a la que llama cuando las cosas salen desastrosamente mal y también con la que comparte sus triunfos. «Él es el primero que se entera si consigo trabajo», comenta el joven, en búsqueda activa de empleo, que tira de Pablo siempre que lo necesita. «Cuando tengo alguna preocupación, todavía cojo el teléfono y le digo de quedar».

Expone Álvaro que cuando este voluntario irrumpió en su mundo, supuso un alivio. Tenía compañía para caminar por el mundo.

«Ya no te sientes tan solo y no todo gira en torno a los problemas. Me sacaba por ahí, me presentaba a gente, tenía una vida más normal», reconoce, y recuerda que lo que peor llevaba de permanecer en un centro al principio era «la falta del cariño» de sus padres, pero con los años eso cambió y le fastidiaba «la falta de libertad».

«Cuando estás en tu casa, un día les puedes decir a tus padres que quieres llegar más tarde, pero aquí te dicen que naranjas de la china», apunta como alguno de los momentos frustrantes.

Una de las piezas que explican que la iniciativa Enlace funcione es que el voluntario que acompaña se encuentra «fuera de los profesionales» del entorno que tratan con cada chico una vez que acaba en un centro alejado de su familia.

La directora de la Fundación Adsis, Aurora Corona, explica que «es importante que haya una figura de apoyo fuera de la red de protección» y, precisamente por esto, «se convierten al final en un pilar».

Una realidad que certifica la técnico responsable del programa Enlace, Zaida García, que asegura que «estos chavales se pasan la vida rodeados de adultos», pero normalmente son profesionales y el hecho de que sean voluntarios «permite otro tipo de relación».

El ejemplo es Pablo. Agradece no representar una figura de autoridad porque le facilita las cosas. «Tengo la suerte de no necesitar ser un referente paternal, ni tener que poner normas, para eso están los centros o los técnicos, no tengo que decirle qué hacer. Soy alguien externo», subraya.

Álvaro asiente y apostilla: «Me da su consejo y si quiero lo tomo y si no, no».

Pablo sigue con su explicación y subraya que esta condición favorece que si «la lía» –aunque matiza que Álvaro «no es de liarla»– él sea «la persona en la que confía» y pueda contarle «cualquier cosa».

En este punto, los dos abordan la cuestión que más les afecta en esta relación entre voluntario y usuario y el quid lo encuentran en la disposición desinteresada. «El resto de los profesionales está porque es su trabajo, aunque lo desempeñe con ganas. Pero yo no; soy una persona que permanece con él porque quiero, no porque sea mi obligación, ni mi trabajo. Le ayudo, hablamos, me preocupo por él y todo porque lo escojo yo». Así, afirma, se marca la diferencia y surge el cariño espontáneo. Y recíproco.

Sobre este «respaldo emocional» y esa atención se detiene también Álvaro. «Sobre todo cuando somos menores, contar con alguien como él nos ayuda a seguir adelante. Cuando en casa la situación ha sido mala sabes que al menos tienes a esta persona que te quiere».

También la directora de Adsis habla del aspecto afectivo. Corona indica que en muchos centros conviven niños «que los fines de semana salen con su familia o reciben llamadas con otros a los que no llama nadie, ni nadie va a ver».

Por eso, el efecto en los chavales es perceptible, sobre todo cuanto más pequeños son. «Aesos niños que antes no llamaban, ni iban a verlos al partido de fútbol, por los que no se preocupaban de una forma personalizada salvo los profesionales, hay alguien que sólo va a verlos a ellos». Ysurge la impaciencia por que el encuentro llegue, el entusiasmo y «el bienestar».

«Muchos están deseosos de quedar o ver a su voluntario», indica la técnico del programa, Zaida García. Ella recuerda un caso reciente de un joven al que no conseguían convencer para que se quitara el chandal al salir la calle. «El otro día se duchó y se puso unos vaqueros sin que se lo dijeran porque quería estar elegante para salir con su voluntario», agrega como muestra del cambio anímico.

Señala Zaida que los centros les trasmiten que después de una visita de estas o una salida «están más tranquilos y contentos».

Tal es el efecto que cada vez lo reclaman más. En la actualidad, hay ocho menores en Valladolid que permanecen a la espera de que aparezca ese voluntario que quiera ser para ellos lo que Pablo para Álvaro.

El servicio, dirigido a menores y jóvenes entre 9 y 21 años, busca gente dispuesta a prestar este apoyo, a estar ahí cuando buscan piso, tienen un problema con la pareja, con la familia o para cualquier otra cuestión cotidiana.

Sin embargo, encontrar quien se comprometa con este programa no resulta fácil porque es a largo plazo. No sirve con invertir un par de horas unos meses. Desde Adsis exigen un compromiso de un año, pero en la práctica y la finalidad real es que éste no desaparezca nunca.

Pablo asegura que su intención pasa por «dentro de 15, 20, 30 años seguir en contacto» y riéndose juntos. Esa y que la relación de adulto a menor que se inicia se transforme en «amigo de tú a tú» cuando pasan los años. «Ahora es como si sales con un colega», indica Álvaro, a lo que Pablo añade que la ayuda no sólo se transmite en una dirección.

Expone que el joven ex tutelado le aporta una visión «diferente» y una fortaleza «tremenda». «Te cuenta las situaciones que ha vivido y cómo las afronta; ver cómo pasa por complicaciones, cómo vive al día, busca trabajo sin apoyo del entorno familiar... Te enseña también lo que es la vida y te demuestra lo que es importante».

El único requisito para realizar el acompañamiento personalizado a un niño o joven «con la finalidad de ampliar su círculo social, convertirse en modelo y una referencia adulta sana» es tener más de 23 años y empatía.

Desde Adsis explican que no buscan un perfil profesional, sino a una persona «sensible a la realidad de los jóvenes, capaz de conectar y llegar a los chavales» y precisan que no quieren «un padre, un amigo o un hermano, sino alguien capaz de respetar sus procesos, sus tiempos y permanecer a su lado».

¿Cuánto se prolonga?

- El objetivo es que la relación se mantenga, pero siempre depende de ellos, de su conexión. [Aclara la presidenta de la Fundación]

Ya hace 18 años que el programa Enlace se creó para cubrir el salto al vacío que suponía el fin de la residencia en los pisos tutelados, una vez superada la mayoría de edad, o de transición a la vida adulta.

Desde entonces, alrededor de 165 menores tutelados han contado con un acompañamiento desde este programa, y, en la actualidad, 31 voluntarios forman parte de este engranaje sirviendo «de colchón para parar y afrontar dificultades».

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