Diario de Valladolid

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ESTE VERANO está loco de remate. No me refiero a la política nacional, que ha entrado en barrena con la despedida del mes de Julio. Dejemos este asunto para la vuelta de septiembre, y que Dios nos pille confesados. La verdad más amarga nos espera tras las vacaciones. Las razones para el pesimismo nos darán abundantes comidas indigestas y numerosas cenas de cargajón. Y es que Sánchez ya no tiene remedio. Estamos justamente en ese callejón sin salida que señalaba San Agustín en La ciudad de Dios cuando unos asaltantes se hacen con la gerencia del bien común y convierten la república en una banda de facinerosos.

Pero no, hoy no me refiero a esto, sino a la realidad autonómica que, sin salir de Castilla y León, irremediablemente, se ha contagiado de la hinchazón nacional, del guerracivilismo triunfante, y de una politización sistemática cargada de nihilismo democrático y de una convivencia absurda y demoledora. Leo lo sucedido en el pleno del Ayuntamiento de Valladolid del pasado lunes 28 de Julio, y se me dispara el pesimismo como «enfermedad del espíritu», que señalaba el leonés Gumersindo de Azcárate, uno de los grandes maestros de la Institución Libre de Enseñanza en Castilla y León durante el siglo XX.

Escucho lo que en ese pleno dijo el señor Herrero, en nombre del socialismo que tan malos ejemplos nos da todos los días y, a pesar de todo, sigo sin creérmelo. Qué fuertes sus palabras: «haga usted el favor de apuntar estos once nombres como fusilables». Qué horror. Sólo en una confrontación homicida en abierto, y en una invitación al martirio kamikace de hamás –inconcebible en democracia–, es posible semejante salvajada. Las actas municipales ya no tienen margen para albergar tanta locura sin azotea.

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