Diario de Valladolid

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Pablo Junceda

Pablo JuncedaJ. M. LOSTAU

Es una lástima que los próceres de las universidades públicas de la Castilla y León, esos cuyas nóminas y cátedras pagamos con nuestros impuestos, se perdieran ayer la lección magistral impartida por el profesor Junceda en el marco del Congreso Somos Castilla y León, que por séptima edición organiza este periódico. En el marco de un debate sobre educación y talento asomó por sorpresa ‘La teoría de la letra de cambio’ una metáfora sobre nuestro burocrático y aletargado modelo universitario que viene a decir que durante tres meses se siguen impartiendo en las aulas de mercantil el proceder de una letra de cambio en el sistema financiero, pese a que ya no usa la citada mecánica de pago y cobro ni Rubiales, el federativo fanfarrón al que el Gobierno ajustó al frente de nuestro fútbol hasta que tanta chulería y macarrada se hizo inaguantable. La teoría de la letra de cambio viene a decir que el proceder de los próceres de las universidades, los entes que menos han evolucionado en los últimos ocho siglos, procuran proceder a que nada cambie para que todo siga igual, que es una versión evolucionada de la tesis de Lampedusa en la que de noche todos los gatos pardos, menos el gatopardo. Lo expresó con La teoría de la letra de cambio el siempre brillante Junceda, Pablo, directivo de banca y docente universitario de larga trayectoria y mayor pedagogía. Lo mejor de semejante demoledor teoría es el consenso alcanzado, tanto del respetable como de los participantes. Estuvo incluso por encima de la unanimidad. Es una lástima que los próceres, algunos en renovación del cargo, pero no de las consecuencias, sigan enclaustrados en esos organismos endogámicos que llaman claustros, decanatos y rectorados. Las universidades viven ajenas al ritmo de los tiempos, presas de la indolencia, por eso han dejado de ser parte de esa conciencia social que precisa una democracia. El dolor es que la letra de cambio nos la giran al resto.

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