Diario de Valladolid

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NO TENGAN tengan ninguna duda. Después de la Semana Santa y no Santa más lluviosa que se recuerda desde hace años, no pasarán demasiados días sin que nos vuelvan a hablar de la sequía que nos asola. Pronto nos dirán que estos días de lluvia no han servido para paliarla y que los embalses apenas han subido entre un 0’8 o un 1’2 % con suerte. Ríos desbordados, procesiones suspendidas, inundaciones, cofrades frustrados, turistas decepcionados no servirán para librarnos de la matraca de la sequía.

¿Hasta cuando vamos a seguir llamando sequía lo que no es más que una lamentable falta de inversión y una alarmante incapacidad para adaptarnos a la actual situación climática? ¿Cómo es posible que los ríos multipliquen sus cauces por cinco, se produzcan inundaciones catastróficas y sigamos hablando de sequía porque los embalses apenas han aumentado?

No hay sequía. Lo que hay es falta de agua embalsada que es muy diferente.

Es mucho más fácil echarle la culpa al cielo y al cambio climático que reconocer la escasa inversión y la nula planificación en materia de infraestructuras, política urbanística, política hidráulica o normativa sobre edificación. Ya lo dijimos hace tiempo en esta misma columna. Lo de la sequía es una milonga. No llueve menos. Llueve de manera diferente, con frecuencias e intensidades diferentes y no hemos sabido adaptarnos con políticas eficaces que vayan más allá de culpabilizar a los ciudadanos con campañas de concienciación social y restricciones al consumo.

Es evidente que ya no llueve como antes pero eso no significa que llueva menos. El incuestionable cambio climático ha hecho que las lluvias se concentren e intensifiquen en periodos de tiempo muy cortos como ha ocurrido esta Semana Santa. Ante eso podemos seguir lamentándonos por esa supuesta sequía culpabilizando a los ciudadanos, imponerles restricciones y pedirles que se duchen menos o invertir en infraestructuras hidráulicas y adoptar medidas eficaces de canalización y aprovechamiento del agua de lluvia.

Por mucho que nos vendan el éxito turístico de la Semana Santa las previsiones se han visto muy disminuidas en forma de cancelaciones, terrazas vacías, menor gasto turístico y multitud de salidas anticipadas que no se contabilizan como cancelaciones. La triste realidad es que en torno al 45% del agua de lluvia se desaprovecha y mientras no seamos capaces de reducir ese porcentaje seguiremos sufriendo crecidas de los ríos que no se traducen en agua embalsada, inundaciones catastróficas, restricciones y, lo que es peor, que nos sigan machacando con la milonga de la sequía.

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