Diario de Valladolid
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Y el simplismo acampó entre nosotros. Nutrido convenientemente en los mejores caladeros del servilismo y el clientelismo, sus capturas son innombrables e incontables, pues inmensa en su cosecha, ajena a los tiempos de sequía que padecen quienes no comulgan con las doctrinas imperantes, con las ideologías de neto carácter teleológicamente tendente a crear sumisión y docilidad woke. El simple ya no es que carezca de un mínimo de mecanismos cognitivos, sino que, desde su cortedad de miras –no tanto de visión, que no es lo mismo- apenas muestra interés por ampliar su repertorio intelectual.

Claro que, no en pocas ocasiones, la actitud del simple y la del manipulador pueden coincidir en el destino, en un objetivo. Lo habitual es que el manipulador, más dotado para las operaciones de inteligencia, cree el caldo de cultivo, el escenario, en el que, después, ante un mínimo estímulo (y si es grande, contante y sonante, mucho mejor), una legión de simples premium ejerza un seguidismo esforzado y heroico.

El territorio en el que se prodigan con mayor nitidez los avistamientos de simples, en sus diversas variantes, desde las más inocentes hasta las de una mayor miserable carga fascistoide, es aquel en el que pueden conjugarse mejor los aspectos que, en cada época, resultan más sensibles, al menos en apariencia, para la sociedad. Así, de modo secular, la tauromaquia en España.

Un Papa promovió su prohibición por suponer la puesta en juego de una vida humana de modo ‘innecesario’, argumento que no comparto pero que puedo comprender. Más modernamente los intentos proceden de movimientos de la extrema izquierda y la extrema derecha nacionalista. Y, situados en nichos ideológicos menos clásicos, desde ámbitos del buenismo mascotista (los animalistas se ubican por su propia naturaleza en la izquierda).

El sindicalismo, que tan sumisamente sigue el juego a los nacionalismos de todo pelaje, incluidos los de la extrema derecha catalana, lo que supone un feroz ataque hacia los trabajadores, que son los más perjudicados por la desigualdad y el supremacismo, también hace sus pinitos. Un cargo sindicalista de UGT critica una subvención para el festival taurino de La Flecha. Desde un simplismo enternecedor olvida el valor cultural de la tauromaquia. Aunque, sobre las faenas de mariscar subvenciones, a los sindicalistas el conocimiento se les supone. Una presunción que, hoy en día, no admite prueba en contrario. De los Goya no dice nada, tan dado a las obras taurómacas el genial aragonés. Ahí no meten la gamba.

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