Diario de Valladolid

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ES LA FRASE maldita que acaba súbitamente con toda alegría de comensales y participantes en cualquier fiesta, cena o sobremesa por muy divertida que haya sido. Un momento en que se cruzan sutilmente las miradas con esa extraña sensación que genera la pregunta de ¿quién paga todo esto? Algo así nos puede estar pasando en España en un escenario económico en el que se suben los salarios, se reducen las horas de trabajo, se aumentan las pensiones y crecen las prestaciones sociales. Son medidas muy populares que casi todo el mundo (quizá los empresarios no tanto) recibe con alegría pero que hacen inevitable otra vez la misma pregunta: ¿quién paga todo esto?

Podemos tener la ingenua sensación de que todo esto corre a cargo de una generosa Europa que, sin embargo, pronto suprimirá la flexibilidad en las medidas de rigor fiscal dejándonos cara de tontos y preguntándonos ¿pero esto no lo pagaba eso del Next Generation? Pues me temo que no. Por desgracia esto lo pagarán nuestros hijos y nuestros nietos. Actualmente tenemos un nivel de endeudamiento público de más de 1.500 billones de euros, es decir en torno al 113% del PIB. Probablemente una situación insostenible para cualquier empresa privada que puede verse agravada por un nuevo Acuerdo de la Unión Europea sobre las reglas fiscales de los Estados miembros antes de final de año. En estas próximas semanas nos jugamos gran parte de los previsibles ajustes presupuestarios que tendrá que acometer el próximo Gobierno para reducir la cuenta de nuestro particular festejo social. 

Lo que parece claro es que, pasados estos años de flexibilidad fiscal post-pandemia, probablemente Europa se levantará al baño en el preciso instante  en el que alguien pronuncie la fatídica frase de «me trae la cuenta». Así las cosas, o hacemos un ‘sinpa’ a lo Argentina con el FMI o desgraciadamente las próximas generaciones tendrán que afrontar las consecuencias de tanto populismo económico. Serán nuestros hijos y nietos quienes paguen la cuenta convirtiéndose, no sólo en la primera generación que viva peor que su padres y abuelos, sino en los pagafantas de nuestros excesos a base de currar y cotizar sin que puedan, ni siquiera, acceder a una vivienda propia.

Bien visto, y con el futuro que les espera entre unas cosas y otras, no es extraño que los jóvenes se pasen el día viendo chorradas en Tik-Tok imbuidos en una burbuja digital que les aleje de la realidad laboral y económica que les espera. De momento, entre Gobierno y Gobierno, la fiesta sigue sin que nadie se atreva a pedir la cuenta. A disfrutar.

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