‘El resplandor’, en un tren político

LOS POLÍTICOS, así en general, sin particularizar, en el ejercicio reciente y constante de su mediocridad denigrante, han conseguido ser víctimas de sí mismos. Yde ahí, a que te subas al tren y aparezca una alimaña con instinto y antecedentes policiales violentos, hay un vagón de por medio y poco más. Hace tiempo que la política cruzó ese andén. Y ahora recoge tempestades y odios. Los mismos que se tiran de la coleta que ya no lucen por lo ocurrido en una estación de provincias son los promotores de los antecedentes. Los mismos que han probado de su propia medicina acosadora. Los mismos que gozan ahora con el episodio en vídeo del esnifador con alardes a no mucho tardar acabarán siendo experimentos de este horror insensato. Dios castiga sin palo. Nadie tiene derecho ni obligación a coger un tren para ir a trabajar y que se lo detengan 23 minutos porque un individuo de confesa vocación inconfesable, asesino de policías, se haya subido al convoy con la nariz hinchada de sustancias.  Nadie tiene derecho ni obligación a compartir una escena de violencia latente por el mero hecho de madrugar para ir al tajo en busca del sustento de su familia. Nadie tiene derecho ni obligación a que un viaje en tren se convierta en La Diligencia de Ford. Señoritos y señoritas que parasitan la cosa pública, sigan por esta senda de alimentar y alentar engendros, a diestra y siniestra, y un día, el día menos pensado, acabarán estampados contra una secuencia de El resplandor. Con un perturbado asomado por la ventanilla de pasillo del AVE con un cuchillo entre los dientes. Cualquier otra actitud que no sea la contundencia contra tales menesteres es alimentar el uso cotidiano de la violencia en la política y contra la política, en la carne de los políticos.  Esto sólo progresa y degenera con la imprescindible participación del encubrimiento. Bien por elogio, bien por inanición. Allá ustedes. Luego, no queremos llantos, la hija de Bernarda Alba ha muerto virgen.