Diario de Valladolid

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Si Freud sostuvo que el comportamiento de una persona está determinado por sus pensamientos y deseos, seguramente quiso decir que cuando elegimos lo hacemos influidos por las pulsiones de la vida y todo lo que a la vida le rodea; es decir, que a mí, según las pulsiones presentes en mi vida, pudiera apetecerme haber seguido pasando unos días más en la playa de Sangenjo o de Sanxenxo, como lo dicen los gallegos en esa lengua romance, galaico-portuguesa. En ella escribieron Rosalía de Castro, Lamas Carbajal, Manuel Curros, Eduardo Pondal o Aurelio Aguirre - el Espronceda gallego - el poeta compostelano que se ahogó con apenas 25 años en la playa de San Amaro en La Coruña y del que Rosalía se enamoró profundamente, y otros de los que el 2 de marzo de 1854 concurrieron al banquete de Conxo tratando y debatiendo tantas y tantas cosas importantes… Todos ellos y algunos que no nombro, han sentido su tierra tan adentro que dejaron los versos a merced de las olas del Océano Atlántico o en las largas veredas y en las “fragas” de la Galicia verde y más profunda…Es la necesidad y la apetencia del verano que nos reseca por fuera y que por dentro nos aplaca la sed con el dejillo del vino de Ribeiro o con ese sabor tan afrutado que envuelve al Albariño. Porque después de haber votado en las elecciones del día 23 nos queda ese regusto que el otoño tendrá de ir enhebrando cuando llegue. De momento es verano y en él tendremos gozo para todos, para que nuestra España pensativa se sienta aderezada por nosotros, pues quedan muchas horas agostadas: legados picarescos que habrán de concitar las nimiedades del mundo que nos dejan hecho trizas. Recordemos que ya nos había dicho Friedrich Nietzsche que cuando el individuo busca el absurdo de una libertad para todos, en realidad, desea conseguir, la mejor libertad para sí mismo. Es decir, que ahora que por fin hemos votado, pensarán por nosotros. Nos guste o no nos guste. Decidirán por ti. Tú ya elegiste.

Las legendarias tierras de Galicia son nueva referencia, pues el verano holgó las emociones que nunca se derriten y que quedan impresas y editadas en todos los atisbos seculares de las adustas tierras de interior, tierras sin litoral como la nuestra, sin mar que amaine fríos invernales.

Ya nos había advertido Álvaro Cunqueiro de que los pobres tienen más tiempo que los ricos, pero también más frío y soledad. Rosalía de Castro nos había dicho que no importaba que los sueños fuesen de mentira ¡A ver qué nos deparan nuestros sueños!

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