¿Proto qué?
SIN OTRO REMEDIO, llevamos días hablando, dentro y fuera de Castilla y León, del mismo rollo: del célebre protocolo que nadie ha leído. O sea, lanzando las campanas al vuelo por si, documentalmente hablando, existiera o existiese un papelico al que pudiera agarrarse el Gobierno Frankenstein para suspender el gobierno de coalición en Castilla y León, o aplicar el 155 en toda regla. Y todo bajo la sospecha de intervenir en la espinosa cuestión del aborto. ¡Qué prisas! Y más cuando Conde-Pumpido piensa arreglarlo de un plumazo en cuanto empiece febrerillo loco, el mes traicionero en el que todo es posible.
Hasta el viernes pasado, todo el mundo andaba revuelto por una cuestión imaginaria, inventada por Sánchez, y sostenida por su cohorte social-comunista. Pensaban sacar de quicio a todo quisqui hasta que el jabón dejara de hacer pompas en superficies minimales y catenarias. Hasta mi vecina Carmina -un lince en asuntos de entendimiento y en la cesta de la compra- llegó a decirme en el momento más álgido de la semana pasada: a ver, Toñito, que esto no lo veo del todo, y a mí me gustan las cosas claras y el chocolate espeso. ¿Es tan difícil llamar a las cosas por su nombre? ¿Puedes explicarme qué es eso del proto qué? Hijo, es que ya ni me atrevo a terminar la palabra no sea que meta la pata.
Pues mira, qué quieres que te diga, pero esto lo vamos a liquidar en un pispás. Desde el punto de vista del nombre de las cosas, o del chocolate espeso que a ti te gusta, no puede ser más sencillo. Protocolo viene del griego prootos, que significa primero, y de kolláoo que es pegar. Así que estamos hablando del vocablo prootókollon, es decir, de «la primera hoja encolada o pegada en una escritura», que forma parte de una serie de documentos, de los que tiene que dar fe y veracidad un notario o funcionario público, porque si no, no vale, pues puede tratarse de un embuste de corta y pega.
Desde el punto de vista de la política, la cosa se complica, y concretarlo es dificilísimo. A veces incluso imposible, pues no llegamos a comprender del todo si había una primera hoja pegada a un escrito, o si se trataba de «un hombre a una nariz pegada» que, según Quevedo, podría también confundirse fácilmente con «el espolón de una galera», con «una pirámide de Egipto», o con «las doce tribus de narices» superlativas. ¡Chico, qué barbaridad! O sea -y con estas me despachó-, que esto es lo más parecido a lo de don Pirulí de la Habana que de las medias hacía mangas, ¿no? Pues sí, algo parecido, Carmina.
Efectivamente, amigos, desde que llegó Sánchez al poder, aquí todo ha funcionado con el típex, con el corto y pego del BOE, y con el ordeno y mando desde el falcon. Una tomadura de pelo que parte de una aplicación sanchuna y frivolona hasta las trancas: que la política es la tienda del tamborilero en la que todos son fandangueros. Normal, como le hacen las tesis doctorales de pega y pon, y como le confeccionan sus memorias de lucha igualito que al príncipe Harry, cree en su infinita sabiduría que un protocolo es lo más suyo, y que todo consiste en pegar al final de la tesis o del libro una cosita breve que se llama colofón -que por cierto también viene del griego kolophón y que significa fin- que diga simplemente: este libro, original de Pedro Sánchez, concuerda con todas sus directrices y estilos, y su redacción ha sido tan cuidada que no contiene ninguna falta ni tampoco «rata» alguna.
A estas alturas de hoy, lunes 23 -y tras el lleno antisanchista en la manifestación de Cibeles, con más de 250 violadores en danza con la Ley del sólo sí es sí, y con los filo eterras, filo golpistas y filo ladrones marcando el paso a sus anchas-, parece claro y evidente que el tal protocolo castellano y leonés, objetivamente, ya no puede tomarse en serio. En pleno temporal de «Fien» sólo parece existir en algunas mentes oscuras y calenturientas del proto sanchismo. De haber existido realmente, a estas horas Sánchez, en su plenitud de proto golpista, habría aplicado el 155 a Castilla y León sin los eximentes de la nueva ley de sedición, hecha sólo a la media de los golpistas catalanes con sala vip. El proto Gobierno fascista de la comunidad autónoma estaría a estas horas en la trena, las proto Cortes regionales habrían quedado disueltas hasta las kalendas griegas, y los proto medios de comunicación estarían intervenidos hasta que las ranas criaran proto pelo.
Aquí y ahora, sólo algunos viven de la ilusión sanchuna de ese proto qué combativo e ilusionante. Es el caso de Ana Sánchez que, en su calidad de Secretaria de Organización del PSOE en Castilla y León -con voz recia, y con esa dulzura propia del arrea bueyes en descampado-, lanza esta fatua de proto ayatolá mesetario, y ofreciendo sus servicios incondicionales por el bien de la Comunidad bajo estos términos restrictivos: que Mañueco rompa con Vox, y que se aplique de inmediato el «cordón sanitario a la extrema derecha» como norma inapelable. En fin, que el protocolo ya no da más de sí, porque el proto golpe contra Castilla y León, de momento, ha fracasado.