Diario de Valladolid

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HAN llegado las primeras heladas nocturnas a Quinta de Tierz. Así que, más allá de la estética flamígera y el reconfortante olor de la leña crepitante, el calor ha pasado a convertirse en norma imperativa previa y posterior a las faenas camperas. El desahijado de las últimas crías, las más tardías de la camada, se ha resuelto en tiempo récord, así que no hay prisa en la charla junto a la chimenea. Las palmas de las manos, al unísono, dirigidas hacia las llamas. Por fin sentimos cada dedo. Somos todo hombres, cuatro, y a uno, periódico en mano, le ha dado por decir que las estadísticas nos convierten en sospechosos. Y, jocoso, nos mira a los otros tres intentando adivinar en nuestros rasgos faciales, cual Cesare Lombroso, algún dato incriminatorio.

El arcabuzazo criminal procede, nos cuenta el lector, de los tan orondos, como vacíos, argumentos que se blanden desde los Tribunales para defenderse de las actuaciones de machismo que planean sobre las cabezas de quienes forman parte del estamento judicial. Al parecer, el hecho de que exista una notoria, incluso reforzada y cualificada, mayoría de mujeres entre Sus Señorías es el mejor dato que puede ofrecerse para negar un contenido machista en sus resoluciones. Qué pobreza argumental, qué timorata defensa.

Si un entendimiento cabal de lo que se llama machismo supone un trato desigual, negativo, hacia la mujer, el sexo o género de quien juzgue no debería ser un dato relevante. Tal discriminación encajaría en la prevaricación, y a quien acuse de tal irregularidad delictiva se le debe exigir que cargue con la prueba de tal hecho, con elementos que logren destruir o desvirtuar la presunción de inocencia.

Si una mayoría de mujeres que juzgan es la garantía de la falta de machismo, ¿una mayoría de hombres en la Sala de un Tribunal debería suponer, bajo el prisma inverso de esa misma presunción, la constatación de un trato desfavorable, machista, a la mujer?

La estadística no buena aliada de la Justicia. Los argumentos falsos, por superficiales, como algunas leyes, crean efectos imprevistos.

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