Conciliación
SIN NINGÚN género de dudas, en alimón genético y de seguridad jurídica, madre no hay más que una. Padre tampoco, pero las dudas resultan posibles hasta que el ADN entra en escena, en aquellos supuestos en los que la presunción se ve quebrada por, en unos casos, el sentido común, o, en otros, por una negativa que pretende privar su reconocimiento a quien legítimamente es el progenitor real. Padres a quienes se les quiere alejar de la relación con su hijo biológico, y padres ciertos que miran para otro lado y el juzgado les pregunta si quieren someterse a una prueba biológica, bajo la advertencia del efecto de no aceptar el reto.
Ayer fue el día de la Madre y, como 1 de mayo, día del Trabajo. Cada vez hay menos madres y cada vez se quiere, por unas u otras razones (desde la conciliación con otros intereses familiares, hasta la pura vagancia), trabajar menos. Los liberados sindicales concilian a la perfección las ganas de trastear con la desgana laboral. Su blindaje legal, incluso posterior al periodo en el que desempeñan su sudoroso cargo, no es sino un elocuente párrafo sobre cómo la imaginación desarrolla laboriosos y esforzados modos de no hacer nada.
Quien sí hizo, y mucho, como madre y como trabajadora –por su cuenta y riesgo- fue mi madre. Raquel, cuellarana, que desarrolló su empleo como trabajadora autónoma hasta que su póker de criaturas comenzó su cómputo.
Sin negar las evidentes dificultades que en aquellos tiempos, mediado el siglo XX, tenían las mujeres para acceder a muchos ámbitos sociales y profesionales, lo cierto es que no recuerdo palabra alguna de queja de mi madre sobre su acceso al mundo laboral y su desempeño cotidiano de la profesión. Supongo que en ello influyó de manera determinante la convicción y naturalidad en sus decisiones. Su carácter castellano, tamizado por la ausencia de rigideces y el afloramiento de una elegancia en la expresión.
Eligió con alegre libertad ser socia fundadora, con mi padre, de una amplia familia. Criar a cuatro hijos requiere un contrato de jornada completa (24 horas). Así que tampoco había que remarcar abnegación alguna.