Vientos de guerra
MI AMIGO Doug es un veterano del ejército americano. Dejó el servicio activo el pasado mes de junio. Su último destino fue la base aérea de Ramstein, en Alemania. Ahora es profesor de Historia. Suspira aliviado mientras nos tomamos un café. Sabe que, de seguir en su anterior empleo, hoy estaría en alerta y al borde del precipicio bélico. Habla mal, muy mal, de los rusos. ‘No tienen ni límites ni escrúpulos’, dice. No le gusta lo que está pasando en Ucrania, pero, al fin y al cabo, ‘es un tema de los europeos’. Piensa igual que muchos americanos, que ven muy lejos este conflicto. Ni se les pasa por la cabeza que sus soldados puedan derramar una gota de sangre en esas tierras. Están hartos de enviar a sus militares a todas las partes del mundo, unas veces con ánimo imperialista y otras para defender a ciudadanos de otros países. Por unas razones u otras, es evidente que la abrumadora mayoría del pueblo americano no quiere que sus jóvenes peleen fuera de sus fronteras. Otra cosa es a la hora de buscar culpables para lo que está pasando en el corazón de Europa. Aquí sí se nota la polarización política. Para la gente con un mínimo de sentido común, por poco que este abunde, el responsable es Putin. Sin embargo, para muchos republicanos, sobre todo los más trumpistas, la culpa es de Joe Biden ‘y su debilidad’, como me comentaba José, un viejo cubano americano que bebe los vientos por el tipo ese del pelo amarillo. El anterior presidente ha llegado más lejos incluso al asegurar que lo que está haciendo su amigo el sátrapa ruso es ‘de genios’. Y sugiere que el gobierno estadounidense debería hacer lo mismo en la frontera sur del país, es decir, apropiarse de México. Lo peor de todo no es que este hombre se levante por la mañana y, como él mismo dice, vea en la tele lo que está pasando en Ucrania y se le ocurran esas payasadas. Lo preocupante es que sus seguidores, siguen siendo muchos, se lo creen todo, hasta las más asombrosas y desternillantes teorías, por estúpidas que puedan parecer. Para la parte más oscura de la historia de los EE UU quedan los miles de personas que ingresaron en hospitales tras beber lejía siguiendo el consejo de Trump. Acabarían así con el Covid-19, decía el entonces presidente. Lo que está ocurriendo en Ucrania es extremadamente serio, no caben tonterías. La gente sufre por las ansias nacionalistas de otro loco. El nacionalismo, siempre el nacionalismo destructivo. Y mientras, en Castilla y León, las aguas fluyen sin pausa hasta conformar el nuevo gobierno. Cada vez está más clara la alianza, disfrazada de la manera que sea para hacerla más presentable, entre PP y Vox. A los populares no les sirve otra cosa con la que les está cayendo.