Diario de Valladolid

REGALADO

La transparencia, el ridículo y los bueyes del páramo

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transparencia, divino tesoro. O como diría Golum, «mi tesoro». Transparencia en política es contar lo que quieres ocultar. Por eso nunca casará transparencia y políticas. Transparencia no es dar el número de ovejas churras que hay en Castilla y León, que eso se ha dado casi siempre desde que existe el INE (Instituto Nacional de Estadística) y se llama estadística. Transparencia es poner al servicio de los ciudadanos, y especialmente de los periodistas, cuyo papel es esencial en el engranaje democrático la información. Transparencia es decir vamos a comernos la restricción del máximo de 25 personas en misa, sea la concatedral de Soria o la ermita de Trascastro, porque nos la tenemos que comer por imperativo legal. Nos la vamos a comer hoy jueves, consejo de gobierno mediante, porque el alto tribunal nos ha vuelto a zurrar de lo lindo, a nosotros que éramos la España contra Malta de los pleitos pandémicos. Nos la vamos a comer porque hemos sido humillados por la representación legal de Abogados Cristianos que llevó el asunto a la Justicia y les dio la razón, pese a que tuvimos tiempo para enmendarnos después de la reunión secreta con dos obispos y cardenal del consejero de la Presidencia, el burgalés Ángel Ibáñez. Por cierto, reunión de la que tampoco se ha reportado nada, entre otras cosas porque los prelados salieron que los llevaban los demonios. Transparencia es honestidad y no los lechazos churros que producimos en Navidad, que son muchos y están de rechupete. Pero la verdad y la Justicia son como los bueyes del páramo, que van lentos, pero llegan al final del surco, no hay transparencia que los detenga. Cuando los gobernantes se empecinan en hacer el ridículo son como los bueyes del páramo, tampoco hay quien los pare.

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