Diario de Valladolid

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EL problema de esta región de nueve provincias y sesenta comarcas culturalmente definidas con sus territorios rayanos, es la incapacidad de asociar hecho con lugar. Pero no solo del común, y eso que cualquier abuela da tiro y raya a los docentes del conocimiento del medio –o como se llame ahora–. Me refiero a quienes nos gestionan: hijos de urna y pacto. Lo hacen a ciegas y sin carnet de conducir por carreteras comarcales.

Servidor, que no es nadie, de ahí que suelte amarras con la tranquilidad de quien solo es pasajero en la travesía sin cargo en tripulación, aunque siempre dispuesto al abordaje, sometería a una prueba de geografía a nuestro padres y madres de la patria chica en un examen con tres especialidades: física, política y sentimental del temario de esta nuestra Comunidad; la del sentimiento puntúa más. Es difícil asimilar cómo se puede defender lo que no se siente.

Y me ceñiría a la más párvula de las pruebas: dónde nace el río, altura y nombre de esa montaña, qué árbol alfombra la ladera, quién trina aquí y quién rumia o berrea allá. Aquí me detengo por no seguir con el ‘Trivial’ de historia, ilustres, santos, escritores, poetas, escultores y científicos de aquí que cambiaron el mundo de los demás; definir ritmos y danzas coloreadas de paño y abolorio que son la salsa de la cultura con mayúsculas. No tienen la culpa los que cosieron un mapa tan dispar. Nos hicieron un enorme favor, pues trenzaron versos en castellano en un territorio repleto de asombrosos flecos que es maravilla escuchar hoy en el epílogo del poema territorial: el mirandés del Douro, la parla de El Rebollar, el patsuezu de Luna, o el cabreirés de La Cabrera, entre otros, todos conjugados desde el leonés, a los que se suman en la linde los entrañables dejes maños, veratos, portuñoles, bables, eusqueras, gallegos de Rosalía y montañés de Pereda.

Suenan campanas y toques a nublo en este desordenado territorio. Se lo leo a Ortega, cada vez más asidero de este humilde cronista: «Un gitano se fue a confesar, pero el cura, precavido, comenzó por preguntarle si sabía los Mandamientos de la ley de Dios. A lo que el gitano respondió –en calé por supuesto– ‘mire usted padre, yo los iba a aprender pero he oído un run run de que lo iban a quitar’». Don José se refería a la Europa aquella… ¡Si viese como está ahora! Servidor es más humilde, escribo sobre el run run aquí y ahora en Castilla y en León.

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