Diario de Valladolid

ESPEJOS PARA LA BASE / ROSALÍA ALONSO-MAÑERO

Una red en la mochila

. La jugadora vallisoletana tuvo que emigrar para crecer en el mundo del voleibol, deporte en el que ganó dos Copas de la Reina, una Liga y una Supercopa

Rosalía Alonso-Mañero posa junto a las redes de voleibol de la Playa de las Moreras.-J. M. LOSTAU

Rosalía Alonso-Mañero posa junto a las redes de voleibol de la Playa de las Moreras.-J. M. LOSTAU

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Guillermo Sanz

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Los Celtas Cortos en uno de sus temas más icónicos cantan sobre la vida del emigrante. Uno de los versos de este tema reza: ‘Si encuentras un destino, si encuentras el camino tendrás que ir a ese lugar’. Mucho menos dramática que la vida de los protagonistas del grupo liderado por Cifu, pero profeta lejos de casa al fin y al cabo, ha sido la vida deportiva de Rosalía Alonso-Mañero. Tal vez la mejor jugadora de voleibol cuyas raíces han sido regadas por agua del Pisuerga.

Su historia empezó a escribirse con tiza, en suelo del patio del colegio San José. «Mi padre siempre nos ha inculcado el deporte. En ese momento sólo había fútbol y baloncesto, y a mí no me gustaban. Un curso salió voleibol y probé porque era algo diferente», recuerda. Las primeras clases sirvieron para cincelar el estilo de juego de una niña que a los 14 años ya formaba parte de la concentración permanente de la selección de Castilla y León. Aunque no dio el estirón hasta cadetes, Rosalía Alonso-Mañero (que mide 1,89) ya tenía talla para destacar. El único acento discordante en la noticia fue el tener que dejar, por problemas a la hora de compatibilizar horarios, el equipo de su colegio para enrolarse en el Miguel de Cervantes.

La central comenzó pronto a escribir con tinta dorada su currículum deportivo. Ser campeona de España con Castilla y León y con el Miguel de Cervantes fue el prólogo para el capítulo dedicado a la selección española, a cuya concentración permanente se unió con 16 años. Tocó hacer el petate y ponerse en el camino para perseguir un sueño: «Vi la oportunidad de seguir jugando y la acepté. Veía que podía tener más oportunidades que en Valladolid. Al final, si quieres luchar por lo que te gusta tienes que marcharte donde se presente la oportunidad», entiende Rosalía Alonso-Mañero. Dos Preeuropeos, un Mundial escolar con la júnior y varias concentraciones y algunos partidos de la Liga Europea con la absoluta son algunas de las líneas que ha firmado la vallisoletana que, no obstante tiene claro qué recuerdo subraya con fosforito: la Universiada de Belgrado. «Eso fue impresionante porque fue como vivir unas ‘mini olimpiadas’ con todos los deportes y países del mundo», recuerda.

Al mismo tiempo que tejía un manto rojo, la vida ‘doméstica’ continuaba para la jugadora, que volvió a empaquetar su casa para llevarla hasta Granada con el que ganó el Campeonato de España Universitario y el juveni), donde se enroló en el equipo de la universidad andaluza, movida en parte por su deseo inamovible de estudiar Derecho: «Siempre he tenido claro que quería estudiar al mismo tiempo, porque al final del voleibol no se vive. Yo lo he podido compaginar y es lo mejor que he hecho»... un partido que ganó con mucho esfuerzo el día que se graduó.

La falta de apoyo económico al deporte por parte del rector entrante le abrió la puerta del edén del voleibol español: la Superliga. Sin embargo, ese fruto de nombre Toledo fue una manzana envenenada. Nada más partir el barco se hundió económicamente, dejando deudas a su paso y con Rosalía buscando un salvavidas en otro club a media temporada. Sin embargo, en el mar revuelto la vallisoletana pescó experiencia: «Terminé jugando la primera vuelta de la temporada y eso me dio experiencia», asegura la central, que prefiere sacar la lectura positiva. El billete de autobús que ganó con la carta de libertad tenía como destino La Rioja.

Una vallisoletana se coló en la corte del Haro en el momento en el que hizo historia. El club acababa de ascender a Superliga cuando aterrizó Rosalía Alonso- Mañero y ambos crecieron de la mano. Después de superar el vértigo y conseguir estabilizarse en la categoría fue el momento de cincelar nuevos hitos. El primero llegó en Salou en 2012, con la consecución de la Copa de la Reina. Un año después sumaba un ‘triplete’ a su palmarés: Copa, Liga y Supercopa. «El más especial fue la primera Copa de la Reina, pero la segunda también lo fue por jugarla en casa. La liga... no lo esperas. Veías la liga y pensabas que parecía imposible ganar al primero o al segundo», reconoce la jugadora, que guarda en su vitrina un premio a MVP de una jornada.

Después de cinco años y medio, la maquinaria bloqueadora de Rosalía abandonó La Rioja cuando el club empezó a perder gas. Lo hizo para viajar a Miranda, donde revivió la pesadilla de Toledo, teniendo que ‘fugarse’ a Lugo con el curso empezado. Finalmente Menorca fue la última parada de la vallisoletana, que encontró en el CV Ciutadella la tranquilidad que buscaba: «Me ofrecían la estabilidad y tranquilidad que buscaba y necesitaba», reconoce.

En la ínsula balear Alonso-Mañero decidió parar el pasado curso con 28 años el motor del voleibol obligada por la salud: «Yo tengo las dos rodillas fastidiadas de haber jugado tanto tiempo. El año pasado me operaron por segunda vez. Aposté por tener unas rodillas ‘normales’ con 30 años. Claro que me hubiera gustado seguir, pero valoras otras cosas. A lo mejor podría haber seguido más tiempo, y tal vez en unos años siga jugando a nivel amateur», reconoce.

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