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Redacción de Valladolid

Indignados no son los excluidos

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LOS HEREDEROS políticos del 15-M se resisten a la autocrítica. Los que merecidamente arremetieron contra una casta que ignoraba las necesidades de los más humildes no han sido capaces hasta hoy de decir en qué han fallado para perder la confianza de más de un millón de personas en tan poco tiempo.

Aquellos que brillaron por los debates en Sol sólo apelan ahora al miedo, al Brexit y a la agresiva campaña del PSOE contra ellos como motivo del fracaso de sus expectativas. A casi dos semanas del 26-J, resulta incomprensible que no se abran a discutir sin límites sobre las causas internas del fiasco electoral.

Unidos Podemos y el PSOE son los grandes perdedores del 26-J y el PP, el gran vencedor. UP ha perdido 5.820 cada día desde el 20-D. El PSOE, sólo 638 tras el peor resultado de su centenaria historia. Los populares recuperan 3.546 electores diarios entre diciembre y junio. Debacle –respecto a las expectativas– de quienes más han criticado el paro, el empobrecimiento y la corrupción, y recuperación del partido más responsable de esos tres desastres. En Castilla y León, la hegemonía del PP crece. Han recuperado 261 votos cada día. El PSOE se ha dejado 26 diarios y Unidos Podemos ha perdido 384 cada jornada.

Quien más pierde, quien más expectativas frustradas causa y quien más arrogante se ha mostrado no puede echar ahora balones fuera; debe abrir sin límites el debate. Y asumir responsabilidades. No veo coherencia en ese campo ni en Iglesias ni en Garzón y sí un exceso de sumisión a sus formaciones en los líderes autonómicos de esta coalición de última hora.

La complejidad del análisis no puede ocultar ni la autocrítica ni el giro necesario para evitar fracasos como éste. Hay que computar los méritos del ganador en el balance. La pobreza socialista de contentarse con haber evitado el sorpasso de Unidos Podemos revela el desplome de su ambición. Iglesias-Garzón representan a buena parte de los indignados, pero no a la mayoría de los excluidos. Hay cientos de miles de electores en situación crítica que no confían en esta formación –tampoco en el PSOE y más en el PP– para poner punto final a su desesperación.

Los críticos de la casta deben cambiar parte de su estrategia si aspiran a convencer a los excluidos como convencen a los indignados. No será fácil en una Europa –déjenme copiar la ley del embudo de Herrera– que es chata en lo social y muy abierta en dar libertad económica a los poderosos.