Los renuncios del verdugo
PRIMERO se escondió, luego se puso farruco como el preso Granados con la corrupción y todos los delincuentes con sus trapacerías, repitiendo la eterna secuencia de los pillastres: hacerse el tonto, negar la pillada y bracear apenado a todo lo que no corresponde. Con el agravante de que este venía de predicar en Barcelona contra los señalados por el boñigo panameño. Hablo del ministro en funciones José Manuel Soria y de nuestra minería del carbón. La estrategia tampoco ha diferido de la empleada en su día por tipos como Roldán o doña Rita. Pero los papeles panameños siguieron enmendando lo dicho por el pájaro canario, hasta que Moragas y Cospedal, en un andén del Congreso, le indicaron a Soria que se dejara de enredos y a comparecer. Ya antes, crecido por la tolerancia de su entorno político, había acabado perdiendo el oremus.
Claro que quienes hemos padecido durante cuatro años su trayectoria como gestor energético no podemos sorprendernos, ni de las mentiras ni de su incompetencia. Ahora que está pilladín y recula como un pastueño, se hace aún más insoportable la pesadilla de haber tenido a un pájaro así al frente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Con el daño hecho, sólo resta la satisfacción de asistir a partir de este momento al derrumbe del trolero. Es verdad que no arregla nada, porque ningún arreglo parece ya posible después de la prolongada asfixia, pero ayuda a digerir los disparates de este sujeto. Y la función acaba de arrancar.
Medio año pagando nóminas de haraganes en el Congreso (y también en el Senado), para acabar echando la primera mitad de 2016 a los perros. Sin dar palo al agua y con un nuevo gasto previsto de 160 millones de euros entre San Juan y San Pedro. Todo ello, no sin sustos. Porque los ganaderos leoneses tienen que seguir tirando la leche que ordeñan y nadie les recoge, mientras Braulio Medel sigue de ronda con la podadora. ¿Quién se ocupará ahora de atender las cartillas de los jubilados rurales? ¿O nos da lo mismo?