Diario de Valladolid

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AUNQUE no alcanza la parálisis andaluza, el tramo de Pentecostés a Padua, que será cuando se constituyan los municipios, lo ha animado una torrentera de plantes y encuentros, que salpican la negociación de sobresaltos, intrigas, alicientes, desgarros y algunos trueques. En cuanto a los arreglos, no pasa nada, porque tal fue la indicación de los votantes. También los sobresaltos fueron los esperados, una vez que los jueces reanudaron su tarea, congelada durante la campaña. Quizá lo más chocante de estas semanas haya sido la sordera de los partidos clásicos, incapaces de atender el aviso, y la propensión de los nuevos a adoptar comportamientos viejunos.

Mientras cae la lluvia y prosiguen las tentativas de arreglo, algunos eventuales se afanan en tramitar adjudicaciones, a la vez que acomodan a sus fieles en lugares donde puedan cuidar los intereses de los despedidos. Esto sucede, sobre todo, en León, donde el relevo marca distancias con el legado de los púnicos, que otra vez vuelven a meter ruido. Dos retiradas de primera fila en Madrid y las mediaciones del cartagenero Zaplana, que viene a ser algo así como un abuelo del chanchullo y la mascletá. Confidente de Salvador Palop en el Caso Naseiro, promotor de la ruina de Terra Mítica, ministro con Aznar y ahora acogido en el paraíso de Telefónica. Pero incansable muñidor.

El ritmo lento de los arreglos apenas procura novedades, de manera que siguen sobresaliendo los abusos y tropiezos de los de siempre. La rajada socialista en Zamora, donde los escasos supervivientes se siguen partiendo por la mitad, y la encomienda del señorito Ayllón (Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes) desde Madrid a su chica, después del sopapo electoral. Clara San Damián tuvo la ponciatura del Duero hasta que aspiró a convertirse en sucesora de Rosa Valdeón, como candidata popular al Ayuntamiento de Zamora. Sin esperar a la toma de posesión, recibió de su chico una canonjía del Gobierno, con despacho en Zamora. Aguas turbias, pero es lo que corre.

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