Diario de Valladolid

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HEMOS tratado esta semana la ‘pobreza energética’, concepto procedente de la vieja Europa, que pide no cortar la luz en medio del invierno a familias que deben un recibo. UPL ha recordado los recientes cortes del barrio zamorano de Rabiche, cuyos afectados tuvieron que decidir entre comer o pagar el recibo; Iberdrola llamó a la Policía.

Padecemos un invierno como aquellos de los años sesenta, cuando los carboneros recorrían las calles de La Bañeza repartiendo carbón de encina para los braseros. Braserillos que han regresado en la Era de Internet; que calientan una sola habitación convirtiendo la casa en ‘estancias vacías’, sin vida, como dicen los poetas. Han vuelto los asfixiados por el tufo, algo propio de otra Era.

Nadie pide a las eléctricas que paguen la crisis de las familias, pero dado que el precio que nos cobran es ficticio, sí se podrían regular ciertas facilidades. El recibo de la luz es un mix que incluye porcentajes destinados a pagar guerras en Oriente Medio o hundir economías latinoamericanas; solventar traspiés como el Castor de Tarragona, el parón nuclear, el cambio de rumbo de las inversiones en energías limpias, el parón de la regasificadora del Musel en Gijón; los impuestos.

Muchas son partidas políticas y todos estamos a favor de unas y en contra de otras: UPL está en contra de la línea Lada-Velilla, pero a favor de consumir carbón leonés más caro que el polaco, y de pagar lo debido a los campesinos del Páramo que invirtieron en parques solares.

Pedir a una familia que pague, en vez de comprar arroz y pollo en los peores días del invierno, es cuestionable. Nuestro frío no es el de nuestro abuelos que se solucionaba con leña de las ‘suertes comunales’; hoy es ‘frío de luxe’, producto de la más avanzada técnica y del latrocinio más elaborado de los cárteles de la energía.

Termino mandando ánimos a Fernando y a los vecinos de Tierra de la Reina, que están pasando frío y miedo de que los tejados se les derrumben por la nieve.

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