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TRADICIÓN y audacia envolvieron la celebración del siglo y cuarto de existencia que acumulan los estudios agrarios en el monasterio de La Espina. Grados medios de Formación Profesional reglada, a los que se suman en la actualidad otros títulos que facilitan la colocación de los alumnos en el peliagudo mercado laboral. Estos actos conmemorativos los presidió la consejera Silvia Clemente, quien lejos de recrearse en la ceremonia, aprovechó su foco para poner de relieve los retos que plantea al campo la reforma de la política agraria común. El más importante, la necesidad de rejuvenecer el sector, que en Castilla y León cuenta con un sesenta por ciento de agricultores mayores de 55 años.

Tal demanda no pasaba de ser la proclama retórica de un deseo irrealizable hasta la aprobación en marzo de este año de la Ley Agraria autonómica, que contempla la creación de un fondo de tierras para poner su cultivo a disposición de jóvenes con vocación agrícola. A partir de ahora, la Administración puede declarar el incumplimiento de la función social del uso de la tierra, cuando una parcela o finca rústica permanezca sin explotación dos años consecutivos. El expediente de expropiación temporal supondrá su incorporación al Fondo de Tierras Disponibles durante un período no inferior a diez años ni superior a treinta.

Se trata de un paso decisivo en la reactivación del campo, que se suma al conjunto de medidas ya puestas en marcha con resultados espectaculares para sacar las producciones agrarias del atolladero de la resignación. Y contrasta con la paciente conformidad ante el declive del mundo rural que está en el ambiente desde hace décadas. Como si se tratara de un fin de época. En ese sentido, el ejemplo de dinamismo que enarbola la política de comercialización amparada por la marca Tierra de Sabor constituye el mejor aval para sacar al campo de la postración. Porque es un sector crucial.

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