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TE DOY un Consejo, te lo regalo. Bueno, yo te lo consulto, no es preceptivo que lo aceptes. Un Consejo no es para siempre, pero cuatro años es posible que te dure si te portas bien. No es como un diamante, pero es más que la mayoría de los contratos laborales. Darte un Consejo no es una declaración de amor, pero suele ser más rentable. Acéptalo.

No es un Consejo cualquiera. Es solo de los que se da entre verdaderos amigos, o cuando el compromiso, ajeno a la amistad, exige prudencia y, sobre todo, discreción. El silencio no siempre está bien pagado. Hay palabras que pueden estropear una jubilación, así que callarse es un buen Consejo.

Te doy un Consejo. Un Consejo Consultivo.

Si lo aceptas, y no lo digo yo, sino que lo dice el Estatuto de Autonomía y su propia ley, la del Consejo, podrás, a su vez, ser tu el que aconsejes. No te preocupes, si aceptas mi Consejo, los tuyos no serán vinculantes. Así que si luego ocurre una desgracia por uno de tus consejos puedes seguir silbando una melodía agradable y mirar para otro lado. Ya no tienes edad para que se te exijan responsabilidades, así que haz caso a mi Consejo.

Si no te fías de mí para aceptarlo, mira en internet. El Consejo del que te hablo tiene su web. Tú, junto con otros, puedes leerlo, aconsejaréis sobre la observancia de la Constitución, el Estatuto de Autonomía y el ordenamiento jurídico. Sí, no pongas esa cara, ya sé que eso lo hacen los Juzgados y los Tribunales de Justicia, y que hay decenas de Servicios Jurídicos en la administración central y periférica de la Junta, pero si no existiera ese heroico y corajudo cometido, no podría darte este Consejo. Y queda tan bonito…

Puede que mi Consejo sea algo artificial, y que te lo ofrezca no solo por el valor del silencio, sino por la belleza inconmensurable de una vanidad ya prejubilada. Piénsatelo, tienes una edad. Además, Zamora está a tiro de piedra y, si no vas, nadie te echará de menos.