Diario de Valladolid

La recuperación de colmenares en Burgos, «factible» e «ilusionante» en Asturias y Galicia

Alberto Uría, impulsor de un ecomuseo en Negueira de Muñiz (Lugo), lleva «un año trabajando en la sombra» junto a la Fundación Oxígeno para localizar estructuras apícolas / «Hay que poner en valor el legado tradicional que nos dejaron las anteriores generaciones»

Alberto Uría compagina su actividad apícola con la gestión del ecomuseo y varios proyectos paralelos. / ECB

Alberto Uría compagina su actividad apícola con la gestión del ecomuseo y varios proyectos paralelos. / ECB

Publicado por
Diego Santamaría

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Un proyecto piloto, ya en marcha en la provincia de Burgos, ha llamado la atención de la Junta de Castilla y León. Si la población se implica, no se descarta su «plasmación normativa» en el resto de la Comunidad. La iniciativa, impulsada por la Fundación Oxígeno, consiste en localizar, inventariar y recuperar la arquitectura apícola tradicional para su posterior restauración y puesta en valor. También de reojo, dispuesto a actuar en tierras gallegas, observará los resultados Alberto Uría. Apicultor activo, emprendedor rural y coautor de El País del Abeyeiro junto al pintor Fernando Fueyo, ve «factible» e «ilusionante» expandir la propuesta en otros territorios. Por eso, de entrada, intentará «traslocar el proyecto a Asturias y Lugo».

Para conseguirlo, Uría lleva tiempo haciendo los deberes. De hecho, ya tenía en mente una idea similar que, aparte de beneficiar al ecosistema de los polinizadores, se adentra en la historia de los montes gallegos y asturianos tras la Guerra Civil. En concreto, pretende recuperar cuatro colmenares tradicionales, probablemente fabricados hace «300 o 400 años». En uno de ellos, tal y como ha podido constatar, había una «pequeña estructura» que sirvió de escondite y refugio a un fugado durante tres años. 

A expensas de consolidar dicha iniciativa, este joven emprendedor asturiano con raíces en la Ribera del Duero no se lo pensó dos veces cuando la Fundación Oxígeno le propuso celebrar el Día Internacional de las Abejas con una clase maestra sobre Apicultura y Biodiversidad que se puede seguir en cualquier momento a través de Youtube. Antes de eso, Uría se ha pasado «un año trabajando en la sombra» junto a los voluntarios burgaleses para localizar y recoger estructuras en distintas zonas de la provincia. 

Lo fundamental, sin duda, es que «la gente se implique para poner en valor el legado tradicional que nos dejaron las anteriores generaciones». Obviamente, la principal misión de esta propuesta es garantizar la supervivencia de la flora y fauna que habita en todas y cada una de las comarcas de Burgos. Sin embargo, también subyace el deseo expreso de ayudar a ese medio rural que tanto se vacía. En este sentido, Uría considera que este proyecto «puede generar un valor añadido a la miel», capaz de brindar «empleo de calidad» y de erigirse como un «recurso turístico» a tener en cuenta.

«Las abejas siempre estuvieron muy presentes en la vida de la gente», subraya a sabiendas de que, hoy por hoy, se antoja «clave y fundamental» que la ciudadanía, sobre todo la población urbanita, «vuelva a los territorios, los pise y los camine» para reencontrarse con esa sabiduría popular que tantos beneficios nos ha aportado a lo largo de la historia. A este respecto, aboga por «perseguir la singularidad» de cada zona y «ponerla en valor». A través de la apicultura o cualquier actividad respetuosa con el medio ambiente. Porque lo del inventario, por ejemplo, no resultaría viable en todos los sitios. Sobre todo en aquellos enclaves tradicionalmente ligados a la trashumancia, donde la apicultura apenas tenía cabida.     .  

En el caso de la provincia de Burgos, el presidente de la Fundación Oxígeno, Roberto Lozano, confía en que se localicen «más de 2.000» elementos apícolas. No en vano, «seguramente haya muchos más», aseguraba el pasado jueves durante la presentación de Abejas Paisaje Cultural, denominación de esta singular propuesta que, a través de la participación ciudadana, pretende «aumentar la población polinizadora». De igual manera, el inventario servirá para dar a conocer la idiosincrasia de cada territorio, empezando por su vocabulario autóctono. Porque casi nadie sabe, al menos en las ciudades, que los colmenares se llamaban dujos, cuezos u hornillos. Todo depende de la comarca en la que uno haya nacido. Además, tampoco hay que pasar por alto, y así lo puso Lozano de manifiesto, que muchas de estas piezas podrían datar de la Baja Edad Media.  Jardín para polinizadores

Al margen de sus planes entre colmenares, Uría se mantiene al pie del cañón con el ecomuseo que abrió hace un par de años en Negueira de Muñiz (Lugo). Desde El País del Abeyeiro -no podía llamarse de otra forma la instalación-, compaginando su actividad como productor de miel y piel, ha decidido embarcarse en un nuevo y prometedor proyecto junto a un selecto grupo de amigos y compañeros de viaje. Bernabé Moya, Fernando Fueyo, Alfonso Esquivel, Félix Torres y Luis Óscar Aguado, eminencias dentro de sus respectivos campos, han formado equipo con Uría para desarrollar un «jardín para polinizadores silvestres en el entorno del ecomuseo». 

El objetivo, precisa Uría, es ofrecer un espacio de «educación ambiental» lo más inclusivo posible. Para ello, se ha diseñado un sendero adaptado a personas invidentes y con diversos tipos de discapacidad física. De lo que se trata es de que todo el mundo disfrute de los insectos  y de las flores, de los aromas o texturas que emanan, mientras la ciencia se introduce de manera sutil en el imaginario colectivo. Asimismo, el jardín también contará con su propio «espacio artístico». 

Entretanto, Uría y compañía siguen investigando el entorno en busca de nuevos hallazgos. Dispuestos a consolidar un censo de insectos y polinizadores, recientemente descubrieron varias especies que hasta la fecha no estaban reconocidas en Asturias y Galicia. ¿Encontrarán más? Si las hay, no cabe duda de que la respuesta será afirmativa. 

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