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Un cultivo indispensable en la rotación

GUISANTES En plena cosecha, el excesivo calor apunta a una «merma en la producción»

Imagen de archivo de una explotación de guisantes ubicada en la provincia vallisoletana.-E. M.

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Elsa Ortiz

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Cuando Agropal perfila la rotación de cultivos, reserva en torno a un 20% para el guisante. ¿Resulta rentable? Para la cooperativa palentina sí, pero además lo considera «indispensable» en una alternancia que realiza desde hace más de 20 años. 

«Es un fijador de nitrógeno», comienza justificando el director técnico del departamento de cultivos. ¿Qué quiere decir esto? «Es muy beneficioso como antesala a cualquier otro porque deja un rastrojo muy bueno. Así, al año siguiente, la producción en trigo o en cebada se ve incrementada de 500 a 1.000 kilos», traduce Carlos Colmenares para añadir otro aspecto «muy válido» como es el uso de «otros herbicidas que el cereal no permite». Además las fechas de siembra no coinciden, por lo que «el agricultor está más tranquilo y puede dosificar». Un último punto positivo para el guisante es que «normalmente el abonado no se hace», por lo que conlleva un «ahorro de costes». Aunque, como también exige fósforo y potasio, desde Agropal sí recomiendan llevarlo a cabo.

A pesar de tantas marcas verdes, esta leguminosa también tiene dos rojas: los ataques de pulgón y la enfermedad de la Bacteriosis, que exigen controles exhaustivos. «Pulgón tenemos todas las campañas, pero se trata con insecticidas y no es mayor el inconveniente porque funcionan bastante bien», concreta Colmenares antes de remarcar que el segundo sí es un «problema muy grave porque no tiene tratamiento y si entra se lo lleva todo de calle». Un lamento con el que retrocede hasta 2006, 2007 y 2008 –que fue muy bueno para el cereal–, años en los que la bacteria arrasó con la plantación. «Hemos comprobado que su incidencia baja si se siembra más tarde y, sobre todo, cuidando que el guisante no tenga heridas para que no pueda entrar», apostilla el responsable de cultivos de la cooperativa palentina.

Las cosechadoras ya tienen el motor en marcha para acometer la recogida, que en Palencia empieza esta semana. Las expectativas de lo que las máquinas se van a encontrar hablan de una «merma en la producción». Desde Agropal responsabilizan a las «temperaturas muy altas» de esta rebaja. «Provocan corrimientos de las flores, es decir, no llegan a cuajar por lo que no se crean las vainas, que es donde esta el guisante», asevera el director técnico de su departamento de cultivos.

Colmenares calcula que la cooperativa suma entre 2.000 y 3.000 hectáreas de esta leguminosa que abrigan a las dos variedades, de invierno y de primavera. La siembra de los primeros tiene lugar desde mediados de noviembre hasta diciembre, mientras que la otra época es mitad de enero y durante febrero. «En nuestro caso plantamos de los dos», matiza para lamentar unos precios entre 180 y 190 euros por tonelada que «no están muy bien».

Calcula que la producción rondará los 1.000 kilos por hectárea en el peor de los casos, pudiendo subir hasta los 2.000 o los 2.500. Todo ello irá a parar en fábricas de pienso como aporte proteico para el ganado, que es donde Agropal comercializa. «El guisante tiene un alto contenido en proteínas y puede entrar como sustitutivo de la soja», asegura.

Colmenares insiste en que, a pesar de tener un «rendimiento muy irregular que es mucho más seguro en el cereal», es un cultivo «rentable e indispensable» para la cooperativa. «Puede que para un agricultor individual no haya rentabilidad si el cálculo de un año le da menos de 2.000 kilos», apunta para volver a subrayar sus ventajas: «fija nitrógeno, devuelve una mayor producción al año siguiente y limpia la parcela de malas hierbas».

Villasexmir

Con apenas 23 años, Valentín García dejó sus estudios para ayudar a sus padres con las labores del campo. Incorporó a su explotación hace más de una década, alternándolo con la lenteja, el guisante como un «sustituto natural al yero», un cultivo típico en los entornos de Villasexmir pero «con un techo de rendimientos más bajo».

Este agricultor de 55 años despidió junio con la cosecha de sus perlas verdes, que sembró a mediados de diciembre. Ha recogido 1.700 kilos de cada una de sus 15 hectáreas, que lleva hasta la Cooperativa Campesinos con un precio que ronda los 200 euros por tonelada.

García asevera que este cultivo «cada vez es más complicado» a causa de los ataques de hongos y pulgones, que exigen un seguimiento muy exhaustivo. A lo que suma la influencia incuestionable de un «tiempo que resulta muy cambiante» al comparar los «150 litros que cayeron en marzo del año pasado y pudrieron muchos guisantes tempranos» con la sequía de este, que perjudicará a los más tardíos.

A juicio de este vallisoletano, y teniendo en cuenta estos problemas, la permanencia del guisante está en manos de «un precio razonable» que, lamenta, «no depende de si una cosecha es buena o mala sino que lo dictan desde el mercado mundial, que manejan tres multinacionales que lo suben y bajan independientemente de los niveles de producción».

Para García, se trata de «un cultivo a promocionar» pues, critica, «no es normal que se siga importando tanta soja –como proteína para alimentación animal– de países terceros, que es transgénica y lleva otro tipo de tratamientos». Considera que el guisante verde «se adapta bastante bien en algunas zonas de Castilla y León –donde suma cerca de 2.000 hectáreas–; y puede ser una rotación buena para el cereal, siempre y cuando tenga un precio que sea aceptable».

CONGELADORA

Concepción González ha estado durante cuatro años inmersa en el mundo de los guisantes, que comercializaba con Ultracongelados del Duero, del Grupo Virto (Segovia) y con Iberfresco (Valladolid). Su finca está en las proximidades de La Bañeza y la distancia en esta relación sí planteaba un hándicap. «Como los guisantes se cogen en verde, corriendo tienen que estar en la congeladora y en una hora mejor que tres. Además, el transporte hay que pagarlo», razona para explicar el fin del contrato sin descartar la posibilidad de retomarlo si en alguna campaña lo necesitan por motivos como las «restricciones de agua».

El último año que esta ingeniera agrónoma sembró esta «leguminosa normal y corriente» sumó 85 hectáreas, pero recuerda haber llegado al centenar. El secreto estaba en «poner dos cultivos seguidos»: en marzo plantaban los guisantes que recogían a principios de julio y, una vez culminadas estas labores, pasaban a las alubias secas o a las espinacas, que cosechaban con los últimos coletazos de septiembre. «Merece la pena si se hace de esta manera, porque los gastos son elevados y al doblar cultivos se dividen entre más hectáreas», apunta.

González augura «poco futuro» para el guisante dado que, reprocha, «está muy limitado a zonas donde hay congeladoras». Análisis que aprovecha para demandar una en la zona de La Bañeza para «cosas de la huerta».

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