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BURGOS

Más apoyo y menos trabas para las gallinas ecológicas

La avicultura sostenible acarrea grandes gastos y el mismo trato que las industrias en los pagos, pero el consumidor «se engancha» cuando compara el sabor de los huevos

Las gallinas de Granja Monterrebollo caminan a sus anchas, de tal manera que no sufren estrés.-F.G.

Publicado por
Diego Santamaría

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Cinco años lleva FernandoGarcía con su granja de gallinas ecológicas en Quintanaseca (Frías). Un lustro luchando contra viento y marea para sacar adelante Monterrebollo, el único proyecto de estas características en la provincia de Burgos junto a Los Charquillos, en Cerezo del Río Tirón. Es uno de los pocos emprendedores en el campo de la avicultura sostenible en Castilla y León. La presencia de este tipo de explotaciones es un rara avis en la Comunidad. Su presencia es testimonial aunque con ejemplos solventes como Ecotera (Millán de Tero) o El Cermeño (Toro) en Zamora. A la lista se sumará además próximamente la empresa García Puente, que contempla la instalación de una granja de grandes dimensiones en Olmedo (Valladolid).

Por lo general, quienes apuestan por este modelo en el que priman los principios éticos por encima del beneficio económico se topan de frente en primer lugar con las trabas burocráticas para obtener el sellos sanitario. «Nos costó muchísimo», recuerda García a pesar de que el Consejo de Agricultura Ecológica de Castilla y León (Caecyl) avaló previamente el cumplimiento estricto de todos los controles de calidad.

Lo del sello fue un obstáculo más en su particular carrera de fondo. A los gastos que genera la granja, empezando por los piensos ecológicos que «son muy caros», hay que sumar las cuotas que establece el Caecyl, que llegan a triplicar en muchos casos la cantidad que se paga en otras provincias donde «se está primando y apoyando» la agricultura y ganadería ecológica. «Estamos pagando verdaderas barbaridades», recalca García con la esperanza de que la Administración tenga en cuenta la situación y el papel que desempeñan los pequeños productores que «estamos cuidando el medio ambiente» en lugar de recibir el mismo trato fiscal que reciben las grandes industrias.

Al margen de las vicisitudes que depara el día a día de su actividad, este joven emprendedor vizcaíno sigue «aprendiendo» de un oficio que aún con todo es «gratificante». En el último año ha conseguido duplicar el número de ejemplares de gallina roja que pastorean por sus terrenos mientras abonan los árboles frutales de la finca. De unas 200 a cerca de 400. También se planteó en día incorporar nuevas variedades como la gallina negra castellana, pero los cambios normativos impuestos desde la Unión Europea en septiembre de 2016 le frenaron, al menos por el momento.

En su continuo proceso de aprendizaje, García ha introducido cambios en su metodología para garantizar el mejor estado posible de los animales. Recientemente hizo «cambios en las camas alternando paja y serrín». Fue en Burgos donde localizó paja peletizada con melaza aglutinante que en principio ofrece buenos resultados. Y es que tal y como ha podido comprobar, el experimento acelera el compost de la cama y reduce los bichos».

La «baza» con la que juega este joven agricultor consiste básicamente en «prevenir, prevenir y prevenir». Lo repite como un mantra porque la experiencia le ha demostrado que no conviene dejar ningún cabo suelto. Sobre todo en materia sanitaria. Nada de antibióticos, solo remedios sanitarios eficaces como ajos o infusiones que realizan la misma función sin interferir en la calidad del producto final.

¿Se nota la diferencia de un huevo ecológico a uno tradicional? A simple vista puede que no, pero asegura que cuando el consumidor de a pie lo prueba «se engancha». La clave no solo está en la ausencia de productos químicos durante el proceso de cría. También influye, y mucho, «el trato que le des a la gallina» a lo largo de todo el proceso. Para ello, hay que evitar en la medida de lo posible que llegue a padecer estrés.

A punto de rendirse por un ave rapaz

Fernando García estuvo a punto de tirar la toalla el pasado invierno por culpa de un ave rapaz que atacó a su explotación causando la muerte de varios ejemplares. La producción se vio mermada durante «cinco meses» porque las aves sufrieron estrés a consecuencia de tan inoportuna e inesperada visita. Se planteó echar el cierre porque nadie le ayudaba y las gallinas apenas ponían huevos, pero lejos de rendirse decidió mantener en pie la granja con la esperanza de resurgir.

El rapaz atacante emigró y con la primavera aumentó de nuevo la producción. Ahora, las gallinas están «felices y poniendo». No obstante, para evitar un nuevo susto el próximo invierno, García ha cubierto el parque en el que se mueven las aves con vallado superior para evitar embestidas.

Sobre el eterno debate entre ganaderos y fauna salvaje, considera que «el Estado debe ayudar a poder convivir entre todos».

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