La ‘arquigastronomía’

Es inevitable separar cualquier aspecto cultural y su más amplia dimensión del patrimonio monumental de Castilla y León. La piedra es el envase de muchas iniciativas que trascienden a la oferta turística. Es en este claustro en el que quiero entrar para recordar que la arquitectura –vernácula, popular o industrial, o la que se deriva del patrimonio histórico y monumental- tiene, en esta región, una extraordinaria vinculación con la oferta gastronómica. Son muchos los alojamientos y restaurantes que forman parte de estos conjuntos de piedra. Unos y otros ponen en valor un edificio histórico y promocionan la cocina y la gastronomía del entorno, un aspecto que todavía no hemos catalogado ni medido lo suficiente. Nos sorprendería saber la cantidad de envases de piedra que hay, donde se defienden las distintas cocinas de la oferta gastronómica de la región. Propongo para esta tendencia una mención: la ‘arquigastronomía’.

A estas alturas, nadie pone en duda que la decoración, el estilismo, la imagen de vanguardia y las estructuras constructivas más modernas forman parte de la gastronomía de muchos restaurantes de nuevo cuño; una guarnición decorativa de comandas sofisticadas que se reparten por el mosaico de restaurantes de alta cocina y la nueva hostelería del siglo XXI. Pero insisto: comer a 25 metros de profundidad en una bodega subterránea con 300 años de historia, en el patio de armas de un castillo del siglo XV, bajo los arcos del refectorio de un monasterio medieval, en los salones de un palacio o en entre los molinos de una antigua harinera es uno de los activos que más deberíamos utilizar a la hora de promocionar nuestra gastronomía. Y certifico que, también en esto, lideramos.