Debacle también del UEMC Real Valladolid Baloncesto: ¡desciende!

‘Nos salvamos juntos o... nos hundimos separados’. Esa era la gran cuestión a resolver en 40 minutos tras una temporada pésima, horrorosa y por la que se tomarán medidas drásticas a partir de la próxima semana tras el obligado ejercicio de reflexión.

El UEMC Real Valladolid Baloncesto, con el aliento de una ciudad, de nuevo y por necesidad, volcada por el baloncesto llenando Pisuerga, necesitaba en su último partido de Liga, que por caprichos del destino le hizo jugarse todo a una carta, la de la salvación, la misma por la que pujaba su rival Menorca, que todos los astros estuvieran alineados. O nos salvamos juntos o nos hundimos por separado. Una palabra, egoísmo, y todo se pierde; una palabra, defensa y compromiso, y todo se salva. 

Y el UEMC Real Valladolid Baloncesto, con sufrimiento máximo o al menos con una cara más aguerrida en su largo camino de penitencia, no pudo gritar ¡Salvados! Sí lo hizo su rival, Menorca, que arrastraba una dinámica peor incluso que la de los blanquivioleta, y con el mismo objetivo y muy posiblemente con los mismos pecados capitales que le han condenado a lidiar de forma incompresible por presupuesto con el fracaso, supo sacar el partido con estudió, con ‘scouting’, con un clínic a cargo de su entrenador, el cuestionado Zamora, que se supo jugar el baloncesto de contención que siempre le interesó y que con su defensa mixta de ajustes (caja y uno) desquició al impotente Real Valladolid. Desde la primera jugada, atando a Demers, héroe salvador ante Cartagena con 8 triples.

Los astros no se alinearon, todo lo contrario. Ni siquiera hubo inspiración ni héroes, pese a que esa chaquetilla se la intentó poner el bueno de Mike Torres, que acabó llorando desconsoladamente tras la pérdida de la categoría. De nada sirvió que el pabellón estuviera lleno hasta la bandera. 

El Real Valladolid, poco o nada aportó a la batalla. Descabezado en la banda por un Alejandro Paniagua al que estas lides todavía le quedan grandes pero que no es el gran culpable del hundimiento tras ser mandado de forma cruel tres jornadas atrás a los leones otorgándole sin apenas experiencia las riendas de un equipo partido a la mitad, el equipo acabó ahogado en sus lágrimas de cocodrilo. Porque  se sujetó al partido o mejor dicho intentó agarrarse a la vida con pinzas a golpe de deseo descontrolado y espasmos de calidad y liderazgo  intermitentes a cargo de Mike Torres, Mbala y Celes, casi los únicos junto al 'jugón'  Manchón, que pudieron sumar en ataque para mantenerse  siempre a remolque de un rival que manejó a la perfección el ‘tempo’ del partido, como dicen los entrenadores.

La actividad de uno y otro equipo se pudo ver desde el inicio. El 2-12 de salida era solo el vaticinio de lo que iba después a suceder. Impotencia y ansiedad total en los los locales, siempre autopresionados, ante un rival que casi siempre supo lo que tenía que hacer y a lo que tenía que jugar. 

Muchas rotaciones y los mandos y galones en poder de un base de los de antes, Pol Figueras (que años atrás ya dio una lección con el Barça B a las ordenes de Julbe)  y capaz de agotar las posesiones siempre en busca de un tiro liberado. Sus 11 triples le ayudaron también a tumbar a un rival ahogado en sus penas, marcado por la mala puntería (6 de 29 triples y 16 de 35 en tiros de dos), la precipitación y la batalla táctica perdida desde el salto inicial con esa defensa zonal mixta para acabar hundiéndose cada uno por separado (65-77). 

Y lamentablemente, también el club, de vuelta cruelmente al CBC Valladolid, que incluso peligra su existencia por esa gruesa cuerda en forma de deuda que rodea su cuello, ahora en el pozo de la Segunda FEB, la tercera categoría del baloncesto español. Vamos, para llorar. La ciudad también sin baloncesto de élite. Lo que le faltaba. Y casualidad o no con la maldición encadenada del apellido del Real Valladolid, que poca o ninguna ayuda le ha dado.

La imagen del final del partido, con varios jugadores llorando como Sergio de la Fuente o Mike Torres, era la viva imagen de la impotencia de un club otrora grande y fundador de la ACB. Ahora como bien vaticinaba a este periódico el presidente honorífico del club, Mike Hansen, llegan tiempos de caminar en el desierto. La triste realidad de hacer las cosas mal que invitan al examen de conciencia, a mirarse el ombligo y por desgracia a la purga total del club.