Diario de Valladolid

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Renace Kenedy

El brasileño ha pasado de ser prescindible por sus escasas prestaciones y elevada ficha a constituirse en un jugador clave para Pezzolano / Se bautizó como goleador en Santander

Kenedy celebra su segundo gol.

Kenedy celebra su segundo gol.

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Arturo A>lvarado / Valladolid
Valladolid

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«No sabes cómo está sufriendo. De verdad que no le da igual lo que le pasa y la mala marcha del equipo. No es conformista. Quiere triunfar y está convencido de que será el de antes. Está trabajando mucho para conseguirlo».

Este párrafo corresponde una persona del entorno más cercano a Kenedy. En la peor época del Pucela 23-24, con las tres derrotas seguidas y con el equipo en zona de descenso, aseguraba convencido de que tanto el conjunto como el jugador saldrían adelante con éxito porque en ambos casos se estaban colocando bien las piedras para conseguirlo. 

Los hechos aún no prueban la teoría, pero se acercan a ella.

Kenedy, el autor de los dos goles para la remontada del Real Valladolid en Santander, arribó la temporada pasada a la ciudad como estrella pero con el lastre de sus lesiones y la presión de provenir del Chelsea, quien lo vendió al Pucela. Completó una pésima Liga. Llegó casi al límite del mercado, falto de forma, y posiblemente larvando una lesión que afloró en Pucela. Se perdió una serie de ocho partidos seguidos por un problema inguinal y, tras jugar tres consecutivos, engarzó otra racha de nueve choques ausente por desgarro muscular.

Al final disputó doce partidos, dos de ellos como titular. Si la cantidad ya parecía exigua, lo es aún más si se contemplan los minutos jugados. Fueron 268. Menos de tres encuentros completos. Su fracaso se completaba con la ausencia total de goles y el único bagaje de cara a la portería rival de una asistencia. Otro desastre individual albergado en el grupal del descenso.

El pasado verano Kenedy era una pieza a ceder, ya que nadie quería comprar un jugador sin apenas minutos, con lesiones, alta ficha y contrato hasta 2027. Equipo del nivel del Chelsea eran ya historia para él. Y llegó Olympiakos, en un préstamo frustrado que le hizo mucho daño. Lo pidió Diego Martínez, quien fuera su entrenador en el Granada. Kenedy aterrizó en Atenas, todo parecía hecho... pero la cesión se rompió. 

La explicación oficiosa del club griego fue que el brasileño no había pasado las pruebas médicas. Una falacia que escondía el especial interés del presidente rojiblanco en firmar a otro jugador en su puesto, llevado por un agente con quien le une una excelente relación.

Y Kenedy, sin equipo, con el Pucela buscando deshacerse de su elevada ficha a  causa de sus escasas prestaciones y con el sambenito de estar en baja forma y hasta pasado de báscula, siguió de blanquivioleta. Porque a ninguna de las partes le quedaba más remedio.

«Es cierto que no llegó bien de peso en verano, pero ahora es de los mejores en las pruebas físicas, si no el mejor. Quiere darlo todo y resarcirse del año pasado», indicó otra persona de su círculo deportivo.

El comienzo liguero de Kenedy rozó lo cómico. Se veía un jugador cuya mente iba mucho más deprisa que su cuerpo. Como en los partidos de veteranos, con la diferencia de que el atacante tiene 27 años. La mejor edad para un futbolista.

Pero Pezzolano confió en él. Y le dio más minutos de los que merecía, con claro agravio respecto a otros compañeros. Sin embargo la inversión fue acertada y rentable. Kenedy comenzó a jugar más rápido, a regatear con éxito, a ocupar más zonas del campo, a ofrecerse a los compañeros... claramente era otro jugador. A veces renqueante en lo físico, pero con una visión del fútbol intacta.

El atacante ya era uno más. Y a veces estaba en el grupo de los destacados. Pero no marcaba. Estaba obsesionado con el gol. Tanto, que a veces disparaba con compañeros mejor colocados. No era desprecio a ellos, sino angustia propia.

Hasta que llegaron los goles cuando menos lo imaginó. Kenedy se perdió sus primeros partidos de la temporada ante Éibar y Tenerife, reapareciendo en Santander. A los cuatro minutos de entrar al campo envió un obús a la red pleno de fuerza y colocación. Empate. En el 95 dio la victoria al Pucela con un envío preciso, embocando sin nervios. 

Este Kenedy está vivo. Y quiere estarlo aún más.

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