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Los nuevos del Real Valladolid apagan el fuego

Un tanto de Larin tras centro de Machís, los dos recietes fichajes, da la primera victoria al Real Valladolid tras cinco derrotas sin marcar gol

Gol de Larin.

Gol de Larin.

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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El fútbol está preñado de lugares comunes, de dichos que a fuerza de repetirlos parecen mandamientos. Uno de ellos habla del obligado periodo de adaptación de los futbolistas, como si fuesen astronautas que llegan a la Tierra tras un año orbitándola.  Resulta curioso que este mantra no rija para deportes de mucha mayor exigencia táctica con decenas de jugadas por aprender, como el baloncesto.

La cosa es que Pacheta optó por dar la titularidad a Machís, uno de los dos recién llegados inscritos, y sacar en la segunda parte a Larin, el otro. Entre ambos fabricaron el gol en el minuto 90 que dio al Real Valladolid su primera victoria tras cinco derrotas y acabó al tiempo con su sequía goleadora. 

Tras un robo de Plata (ayer demostró que puede hacerlos), el canadiense subió el balón y se lo pasó al venezolano, quien centró por el pasillo izquierdo para que Larin realizase cerca del segundo palo un difícil escorzo, sacando la pierna derecha y rematando a la red. 

El equipo toma una bocanada de oxígeno vital para evitar la tumefacción. Quizá sin dos jugadores con la mente limpia de derrotas no se hubiese pergeñado esa jugada. Quizá sin sangre nueva seguiría la caída en barrena. Nunca se sabrá. Lo que sí se sabe es que el gol que frena la caída fue obra de dos nuevos. Y que Larin en un cuarto de hora lleva más goles que Guardiola y los mismos que Weissman.

La primera parte invitó a pensar en un final opuesto al acaecido. El Valencia perdonó tres goles a un Real Valladolid empeñado en regalárselos en cada córner. El 4-3-3 fracasaba con Aguado invisible y Mesa poco acertado. Plano también era transparente. Olaza convirtió su zona en un agujero negro y Machís iba al trotecillo. Rosa se perdía en ataque y León se hallaba aislado. 

El Pucela funcionaba por el portero y los centrales, pero no en el balón parado. Cavani peinó un balón de córner con poco ángulo pero a gol, obligando a Masip a intervenir.  En otro saque de esquina Cristhian cabeceó fuera, centrado y con toda la portería para él. Y en el tercero peligroso, Cenk remató solo a centímetros de la meta. Cada córner parecía un penalti.

A esta producción ofensiva valencianista cabe añadir un mano a mano de Musah que resolvió muy bien Masip  y un pase de gol a Lino en el que se adelantó Rosa para despejar. 

¿Y qué hizo el Pucela en esta mitad? Un tiro fuerte y seco pero muy alto de Machís, que se iba quitando las telarañas de su traje de futbolista. El público despidió a su equipo con pitos.

Tras el descanso se pasó del tormento al éxtasis. Plano presentó a los 25 segundos las credenciales del renovado ánimo blanquivioleta con un disparo lejano pero muy bien colocado arriba que obligó a volar a Mamardashvili para evitar el gol. Por fin nos enteramos de que el georgiano había venido.

Y el Pucela fue ya un ciclón que envolvió a un Valencia desnortado y sin capacidad de reacción. Machís, ya en combustión tras abandonar el estado diesel, puso de nuevo  a prueba al meta che, que respondió con otro paradón. Plata, entró por Aguado, pasando el equipo a 4-4-2, y puso en otras dos ocasiones a prueba a Mamardashvili, que rechazó sus tiros. 

La  más clara la tuvo Plano, que remató a bocajarro entrando en carrera. Pegó mal y su tiro se fue muy alto. Parecía un despeje. Y cuando el empate parecía un consuelo menor, aderezado por el reencuentro con las ocasiones de gol, llegó el único tanto del partido, ante el delirio de la grada. 

Un estreno inmejorable para Machís y Larin y una vuelta a su esencia de un Real Valladolid que ha necesitado un cambio de cromos para resurgir y quitarse las cadenas. Como ya se sabe, el agua estancada se pudre.

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