Diario de Valladolid

FÚTBOL

El cielo ficha a una mítica delantera

Fallece a los 97 años Rafa Iriondo, único superviviente del mágico quinteto del Athletic de los años 50

De izquierda a derecha, Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza en una imagen de 1945.-EFE

De izquierda a derecha, Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza en una imagen de 1945.-EFE

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IGOR SANTAMARÍA / BILBAO
Valladolid

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Se fueron yendo Panizo, Venancio, Gainza y Zarra, los amigos que cada vez le dejaron más solo a Rafa Iriondo (Gernika, 24-10-1918), a quien nunca se le borró aquella sonrisa que marchitó cuando falleció su íntimo Telmo, convecino de vivienda en Bilbao y socio empresarial cuando aparcó el fútbol en activo, y que afloraba siempre que evocaba las gestas del Athletic de los cinco magníficos, el de aquella delantera que se recitaba de memoria, e incluso cuando recordaba su exitosa etapa como técnico del Betis.

Cuando en la final de Copa de 1977 rojiblancos y sevillanos se vieron abocados a los penaltis, Koldo Agirre, entrenador de los 'leones', se acercó a su delegado para musitarle: “Estamos perdidos, Rafa tiene una flor en el trasero”. Por aquel entonces Iriondo ya había conquistado este trofeo como rojiblanco, una vez como míster y otras cuatro, amén de una Liga, en el banquillo de San Mamés. En verdad, la tenía.

Como cuando en 1937 la aviación germana bombardeó Gernika y él se salvó de la tragedia; o como superviviente en la prisión del Dueso tras la rendición de Santoña y en la batalla de Teruel; o cuando dos años después se acercó a un entrenamiento del Athleticy pidió su oportunidad. ¿Jugaste alguna vez al fútbol”, le cuestionaron. Seguro de su talento desde sus pinitos en el colegio de los Padres Agustinos, animado por sus padres Juan y Elvira, y ansioso por emular a los ídolos que dirigía Míster Pentland, asintió, aunque su palmarés se limitara a un partido con el equipo del pueblo antes de estallar la guerra civil y cinco con el Atlético de Tetuán realizando el servicio militar.

326 PARTIDOS, 117 GOLES

De vuelta del periplo militar en África, aquel estudiante de Comercio arrancó una fulgurante carrera de trece temporadas en elAthletic como extremo derecho veloz e impetuoso aunque siempre quiso ser delantero centro, debutando en Valencia en 1940 hasta completar 326 partidos, marcar 117 goles y erigirse en internacional con España en dos amistosos. Era el primer apellido a corear en aquel quinteto de veneración casi religiosa, hasta que en 1953, con 35 años, otro mito, José Luis Artetxe, le relevó en el carril del 7.

Dos cursos en la Real Sociedad precedieron a su retirada y a su andadura como entrenador, durante años en el Indautxu, también en Alavés y Barakaldo, hasta enrolarse en el Athletic a finales de los sesenta sustituyendo a su íntimo Piru Gainza. En 1969, ante el Elche y tras 11 años de secano, los rojiblancos se alzaron la Copa pero la directiva no quiso renovarle y optó por Ronnie Allen. Las maletas le llevaron luego al Espanyol, Zaragoza, Real, Rayo, otro retorno a Bilbao y a la inolvidable experiencia bética. “Iriondo descubrió aGordillo y fue nuestro mejor entrenador y padre a la vez”, reconoce Cardeñosa en uno de los innumerables pésames expresados tras su muerte.

PASIÓN POR EL FRONTÓN

El secreto de su longevidad está asociado a su pasión por el deporte, en concreto por el frontón donde también despuntó, y por sus hábitos de vida incorregibles y saludables. Hasta sus últimos días Iriondo ha disfrutado narrando, junto a su gato marrón y en el sillón desde donde veía ya el fútbol con la misma emoción controlada, la épica de aquel Athletic que demostró en los años 50 que no hace falta ganar muchos títulos para ser grande y pasar a la historia, como sucede con Iribar, que solo degustó dos Copas y es presidente honorífico del club.

Aquella famosa delantera formó junta solo en 55 partidos por culpa de las lesiones, y en dos de ellos llegaron a marcar los cinco, en un 7-0 al Nàstic y en un 7-3 al Atlético de Madrid. Se desmembró definitivamente en 1955, cuando Zarra, Venancio y Panizodejaron el club y ninguno de los tres ligó su vida al fútbol. Venancio López, que murió en 1994, abrió un almacén de metales y solía decir que el haber jugado en el Athletic le abrió muchas puertas en sus negocios; Panizo creó una empresa de suministros industriales y Zarra puso una tienda de deportes junto a su gran amigo Rafa que llevaba el nombre de ambos, Irizarra, en la céntrica calle Rodríguez Arias de Bilbao.

OCHO HIJOS

Gainza, que fue el primero en debutar como león, en 1939, tuvo sólo dos empresas en su vida: la fábrica de la Basconia primero y el Athletic hasta que se jubiló.

A Iriondo, estrechamente unido a su esposa Charo, sus ocho hijos y un plantel extenso de nietos y biznietos -otro exjugador importante, Ismael Urzaiz, está casado con su nieta y ya le hizo bisabuelo-, cuando le hablaban de sus compañeros admitía el vacío de su ausencia y siempre destacó que, siendo él el mayor de todos ellos, fuese el único que quedaba con vida. El cielo les ha vuelto a reunir. Ni BBC ni MSN. Aquellos sí que eran extraordinarios.

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