El Herreriano luce en Valladolid el trazo de Miguel Marina y reivindica el legado de Xisco Mensua

El Museo Patio Herreriano suma y sigue. Si hace unos días inauguraba en la Capilla de los Condes de Fuensaldaña y la contigua sala 9 Erguidas, yacentes, la primera exposición institucional en España de la artista italiana Chiara Camoni (Piacenza, 1974), este sábado presenta una doble propuesta, Hasta aquí, del artista madrileño Miguel Marina (1989) en la sala 8, y Estudios, diarios y colecciones, dedicada al catalán Xisco Mensua (1965-2025) en las salas 1 y 2. Y todo ello solo unos días después de que Camoni haya sido seleccionada para representar a su país en la Bienal de Venecia 2026 –la cita artística más relevante del panorama internacional–. Otro acierto de la dirección del MPH.

En uno de los dibujos de Mensua una frase de Cioran atrapa al espectador en la sala 1: ‘Solo existe un fracaso: dejar de ser niño’. La sentencia define la esencia del creador catalán.

«Su trabajo está muy vinculado con la idea de la muerte, de la enfermedad, del paso del tiempo. De niño estuvo muy enfermo, pasó mucho tiempo en la cama y ahí desarrolló todo un imaginario con sus lecturas. Eso lo mantuvo hasta su muerte, el pasado mes de enero. Vivió como un niño, a todos los niveles, con la inocencia, con el ímpetu, con la energía, con las ganas de hacer las cosas que un crío tiene cuando las hace por primera vez», explicaba ayer el comisario de la muestra, Álvaro de los Ángeles, que no dudó en calificar a Mensua como «un artista infravalorado» pese a que su obra forma parte de colecciones como la del MNCARS o Inelcom.

Mensua veía la vida, asediado por una salud quebradiza, con un cierto humor negro, de forma despreocupada. Veía la vida, apuntó De los Ángeles, convencido de que la cultura era una «forma de evasión», un medio para «construir un mundo alternativo». Y ese mundo se perfila en el Patio Herreriano con sus pinturas, dibujos de seres frágiles y apropiaciones, conformando un universo en el que confluyen recuerdos de la infancia, estampas de su vida cotidiana y adulta, imágenes de un pasado marcado por las guerras, pensamientos ajenos –desde Rilke a Derrida, pasando por Žižek, Epicuro Antonio Machado– hechos propios por el simple acto de plasmarnos sobre el lienzo con un pincel, y un sin fin de referencias culturales –de Glenn Gould a John Cage, de H. G. Wells a Agustín García Calvo, de Pasolini a The Wire o al irreverente Fritz the Cat– con los que crear polípticos como Carta de colores y Álbum de cromos.

Un mundo a veces plasmado en sombras, como queriendo capturar «esa especie de atracción y miedo de los niños por la oscuridad, y de los adultos por la muerte, por lo desconocido». Estudios, diarios y colecciones descubre a un creador preocupado por la idea de la cultura como legado, que detenía el tiempo o lo relataba con su trabajo, para quien crear era tan necesario como respirar.

En la planta superior, en la Sala 8, Marina despliega una docena de pinturas creadas para el museo en el último año y medio. Trabajos, apunta el madrileño, que contienen sus inquietudes en cuanto a la creación plástica se refiere, con una abstracción en la que entran en pugna cuestiones como «la luz, el color, el efecto de las formas, la masa, la caída, el peso, la gravedad»; una abstracción oscura o luminosa, intuitiva y física en su ejecución, contenida o de gesto tan furioso que araña el lienzo, con una pintura que es esparcida por la superficie no con un pincel, sino con papel de lijar; una abstracción en la que irrumpen o se esconden unas formas sencillas como una presencia reconocible.

Estudios, diarios y colecciones permanecerá en el MPH hasta el próximo 18 de mayo; Hasta aquí lo hará hasta el 8 de marzo.