Diario de Valladolid

ENTREVISTA

Coque Malla: «La rutina es veneno, cuando asoma intento sacudirla y destrozarla»

Vuelve el músico a Valladolid, el 17 de febrero en el CCMD, para presentar ‘Aunque estemos muertos’, un trabajo sobre el paso del tiempo. No es un sabio, advierte, pero sabe que algo se pierde cuando le damos la espalda a las cosas bellas, a lo emocional

Coque Malla. | J.PÉREZ FAJARDO

Coque Malla. | J.PÉREZ FAJARDO

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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‘Desde mi ventana veo cómo acaba el mundo / Pierdo la alegría de sentirme indestructible / Llego hasta el mar y comprendo que todo termina hoy’, canta el veterano roquero en los primeros compases de su último disco, en la canción que abre el álbum Aunque estemos muertos . El próximo 17 de febrero presentará sus nuevas composiciones en un concierto en el Centro Cultural ‘Miguel Delibes’. Vuelve Coque Malla a Valladolid y atiende a este diario por teléfono, seguro de que, para entonces, la fractura de un dedo del pie que estos días le obliga a actuar sentado será ya solo un mal recuerdo. Llegará acompañado por Gabriel Marijuán a la batería, David Lads a los teclados, Amable Rodríguez  a la guitarra y Héctor Rojo al bajo.

Pregunta.– Este es un disco que mira de cara a la muerte, que habla del paso del tiempo y de todo lo que se lleva por delante...

Respuesta.– Así es. Cuando se habla de la muerte, abordar el paso del tiempo es algo que va implícito. No sé cuál de las dos cosas lleva a la otra, aunque da igual. Pero no es un disco que hable sólo de la muerte física, sino que también lo hace del final de las cosas, de las etapas de la vida, de las relaciones... Y esto no tiene que tener un sentido negativo. 

P.– ¿Tenía esa idea presente a la hora de componer o, poco a poco, se fue decantando esa mirada, quizá la de alguien que sabe que ya tiene menos camino por hacer que el que ya ha recorrido? ¿O le marcó, tal vez, la tragedia de la pandemia?

R.– Este disco es fruto, quizá de forma inconsciente, porque no tenía la idea premeditada de escribir un trabajo sobre la muerte, de varios asuntos que han ido sucediéndose a lo largo de los años. La nube negra que cubrió el planeta claro que ha influido. Recuerdo que entonces los periodistas me preguntaban qué arte iba a nacer de aquello, y yo siempre contestaba que era pronto para saberlo. Ahora ya se estará notando. La pérdida de mis padres y la paternidad también me han llevado a estas letras.

P.- Gil de Biedma decía en No volveré a ser joven que se comprende tarde que la vida va en serio. ¿Cuándo lo descubrió un roquero como usted?

R.– No es algo que ocurra repentinamente. Las circunstancias, los años, te cambian la perspectiva. En mi caso, he constatado esa evolución escribiendo canciones. Ahí he dicho: ‘¡Hostia! Aquí hay algo que está saliendo’. Es como cuando vas a terapia. Es un topicazo. No sé si componer un disco te sirve de terapia como para curarte, pero sí te ayuda a descubrir cosas que quizá no sabías.

P.– Canta en Místico que ya no quiere ser un héroe falso, que ya no puede engañar al tiempo. ¿La madurez trae lucidez o resignación?

R.– No tengo ni idea. Me haces esa pregunta como si yo fuese un gran sabio de 120 años con un bastón y el pelo blanco. No es el caso. Estoy tan perdido como todos y no sé muy bien ni qué es la madurez. Parafraseando a Keith Richards, que es algo que me encanta, porque él sí es un sabio, maduraré cuando esté a dos metros bajo tierra.

Mantenemos muchas cosas de nuestra alma y psique infantiles. Tenemos momentos de madurez que luego perdemos. Hay adultos que, de repente, vuelven a la adolescencia de forma brutal. No creo que haya un camino lineal, sino caótico y desordenado.

P.– El saco de los sueños es como una llamada a dejar de procrastinar, a huir del sinsentido de la vida. ¿A Coque Malla, tan acostumbrado a los desafíos artísticos, también le atropella la rutina del día a día?

R.– Sí, la rutina nos acecha a todos. Hay gente que puede sentirse cómoda en ella, que la necesita, pero para mí es una especie de veneno, de cáncer. La vivo así. Intento sacudirla y destrozarla cuando la veo asomar. A veces no es posible, especialmente cuando eres padre y tienes que cumplir horarios y los días se van repitiendo como fotocopias. 

Pero sí, la rutina es una pequeña forma de muerte, y de eso va el disco también. Es una de las razones poderosas que han propiciado este disco, estas letras.

P.– Musicalmente vuelve a haber un gran cambio respecto a su anterior trabajo.

R.– Y no solo con el anterior, con ¿Revolución ?. También con Irrepetible , que era un disco en directo en el que añadimos muchos arreglos que no existían en las canciones originales, y con El último hombre en la Tierra . Son tres discos planteando un clímax sonoro y una textura que no he querido repetir. Hay una razón prosaica: era agotador, un trabajo de chinos sacar adelante discos así. Al menos si lo quieres hacer bien: con un planteamiento desde el inicio, desde la composición, con la convivencia de esos arreglos. Quería liberarme de esa presión. No por vaguería, que también, sino por generar otras cosas, como la energía y la potencia que tiene el disco. Es un trabajo de guitarras y de banda, haciendo el bestia con libertad. Cuando estoy ensayando ya no tengo que pensar si una canción va a funcionar con los arreglos de Miguel (su hermano).

P.– ¿Es más fácil de trasladar así a un escenario la sonoridad del disco?

R.– No necesariamente, porque este es un disco con muchas capas. Lo hemos solventado muy bien, como pudimos comprobar el sábado en Zaragoza, abriendo la gira, con el público yendo a muerte con la idea de tocar el disco entero. 

P.– ¿Perdemos el norte cuando dejamos de pensar en las cosas bellas que no son prácticas, como canta en El dragón , cuando dejamos de hablar de las cosas invisibles, como sugiere en Aunque estemos muertos ?

R.– Estoy convencido. El mal humor, la miseria cotidiana que vemos en los otros o en nosotros mismos, tienen que ver con dejar de lado asuntos que conectan con lo emocional, con lo artístico, con lo romántico. Cuando convertimos nuestra vida en una sucesión de acciones prácticas, útiles, de simple supervivencia, una parte nuestra, quizá la más importante, se va muriendo.

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