Diario de Valladolid

Pablo Ransa despliega en Valladolid el misterio de su pincel distópico y simbólico

El pintor vallisoletano presume en el Palacio de Pimentel de una obra de largo recorrido que retrata a una sociedad aplastada por la urbe y solitaria

Pablo Ransa en el Palacio de Pimentel, hoy. | E. M.

Pablo Ransa en el Palacio de Pimentel, hoy. | E. M.

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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«Son malos tiempos para la lírica... para la cultura, la ética o la sociedad, en general», advierte resignado el pintor junto a su obra. Él es Pablo Ransa (1952), uno de los artistas más singulares –por único– y reconocibles de Valladolid, que desde hoy despliega en la sala de exposiciones del Palacio de Pimentel , quizá por última vez, los relatos armados con su pincel distópico, simbólico y misterioso, cargado de materia.

«Mis cuadros son lenguaje. S iempre he querido contar historias. Cada obra ha de tener técnica, pasión, misterio », defiende el creador, que empezó a exponer su obra hace ya medio siglo, en lugares ya desaparecidos salvo en la memoria de la ciudad.

'Jarrón en la ventana', de Pablo Ransa. | E. M.

'Jarrón en la ventana', de Pablo Ransa. | E. M.

Llueve sobre Babel, Nubes y jaulas, Jarrón en la ventana ... Expresionista. Futurista. Pablo Ransa se abisma en unas urbes que asfixian, que aplastan al individuo, que no dejan resquicio apenas para la luz , aunque deje lugar para el alivio, con unas flores aún no marchitas, por ejemplo, o en ese hombre que se dibuja en mitad de la maraña de volúmenes que conforma Puerta del laberinto (2001), absorto en la lectura. La cultura como refugio.

Construcciones  herrumbrosas, oscuras, sucias y frías. Sus cuadros son eso en sí mismos –aunque son mucho más–, en el andamiaje de líneas que se levantan y entrecruzan –acaso simbolicen también los barrotes de una celda, de la prisión que toda ciudad sería para los sueños del individuo a la mirada del artista–  buscando puntos de fuga, generando sensación de movimiento, modificando incluso la obra con las sombras que proyectan. Paisajes desolados. Escenarios de destrucción, como en El final del paraíso, Ofrenda o El miedo , que hablan de la capacidad única del ser humano para inmolarse como especie.

'El miedo', de Pablo Ransa. | E. M.

'El miedo', de Pablo Ransa. | E. M.

Un ser humano retratado por Pablo Ransa en esas escenas urbanas en toda su fragilidad, solitario casi siempre, minúsculo, en tránsito, casi como una sombra incierta en mitad del caos.

En Pintura , que permanecerá en el Palacio de Pimentel hasta el próximo 21 de agosto, Ransa exhibe  también algunos de los retratos fragmentados, construidos sobre pedazos de madera ensamblada, que ya mostró hace cuatro años en la serie Rotos, en la sala del Teatro Zorrilla, y que hablan de vidas zarandeadas. «La pintura no solo es estética, es también lenguaje», remarca Ransa. «Ha de plantear preguntas», sentencia el artista vallisoletano, que parte de la abstracción para ir acogiendo y dando forma a las emociones que le asaltan en cada momento. 

Autorretrato

Autorretrato

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