Dos historias de redención y dos homenajes al cine marcan la segunda jornada de Seminci
Farhadi y Schrader bucean en sus films en relatos sobre la culpa y el pecado, mientras De Llanos y Nalin evocan la magia del cine en sus respectivos largometrajes
Intensa segunda jornada de la 66 Semana Internacional de Cine de Valladolid , con cuatro películas que se sumaron a la Sección Oficial. Los prestigiosos Paul Schrader y Asghar Farhadi exploran la culpa y la redención de formas antagónicas en El contador de cartas y Un héroe respectivamente, mientras que el indio Pan Nalin y la española Helena de Llanos rinden sendos homenajes muy personales al poder evocador del cine y a la magia que lo envuelve, en obras tan dispares como Last Film show y Viaje a alguna parte , esta última fuera de la competición oficial y dedicada a la memoria del abuelo de la cineasta, Fernando Fernán Góme z en el centenario de su nacimiento, y a su segunda esposa, la actriz Emma Cohen .
La pluma cinematográfica de Asghar Farhadi, uno de los grandes maestros del realismo audiovisual del siglo XXI, traza en Un héroe una fábula moral (por momentos en clave de thriller), donde empuja a su personaje central hacia un torbellino de emociones e interrogantes sin respuesta en torno a la dignidad, la impostura y la redención. La película supone el regreso a la Semana Internacional de Cine de Valladolid del realizador iraní, que hace un lustro conquistó al público vallisoletano con El viajante , que se alzó con el Premio de la Juventud en el festival, informa Ical.
Con dos premios Oscar a sus espaldas, por sendas maravillas como Nader y Simin. Una separación y la propia El viajante , Farhadi cede en esta ocasión el protagonismo de su película a Rahim (interpretado con solvencia por Amir Jadidi, presente ayer en Valladolid), un hombre que tras dos años encarcelado por no haber podido afrontar una cuantiosa deuda, disfruta de un permiso de dos días. Ansioso por reencontrarse con Farkondeh, su novia, y con su hijo de un matrimonio anterior, el destino cruza en su camino un bolso que atesora en su interior 17 monedas de oro.
El disparador de la trama está servido, y el cineasta obliga a su personaje a cuestionarse qué hacer con ese dinero: si intentar saldar su deuda con el cuñado de su exmujer para intentar salir de prisión, o buscar al legítimo dueño del bolso para devolvérselo. Su decisión le envolverá poco a poco en una enredada telaraña kafkiana de mentiras, confusión y malentendidos, empujándole hacia un camino sin retorno.
El protagonista del film, Amir Jadidi, explicó en Valladolid que en este film incorpora a un hombre corriente, envuelto en una situación que “nos puede pasar a cualquiera en esta vida”. Según explicó en declaraciones recogidas por Ical, Rahim se ve implicado en una situación donde sale a la luz “cómo es el ser humano, con sus demonios y sus virtudes”. “El personaje ve cómo puede aprovecharse de una oportunidad pero su corazón y su conciencia le llevan hacia otro sitio. Representa esa lucha que tiene el ser humano de hacer las cosas bien, sobrevivir o hacer las cosas de otra manera”, apuntó.
En Viaje a alguna parte , Helena de Llanos construye un “collage fílmico en el que lleva la mezcla de documental y ficción un paso más allá, proponiendo al espectador un “excéntrico” juego de espejos donde ella misma entabla diálogos imposibles con los registros sonoros y audiovisuales de sus ancestros.
La acción arranca estableciendo el tono desde el inicio, a caballo entre el surrealismo y el verismo, salpicada de tintes de humor. La propia cineasta se enfrenta en la primera secuencia a la maraña burocrática de la herencia que acaba de recibir de sus abuelos: el hogar familiar que Fernán Gómez y su segunda mujer compartieron, un espacio que a partir de entonces comenzará a habitar De Llanos, que convivirá durante el metraje con el profundo peso de la ausencia de los dos.
En esa casa, la cineasta recrea el espíritu juguetón de ellos, a través de grabaciones y de recreaciones gracias a la ayuda de cómplices como Tristán Ulloa, José Sacristán, Óscar Ladoire o Juan Diego , que se zambullen en la propuesta para rendir un tributo muy particular a los ausentes.
Su directora, Helena de Llanos, explicó en Valladolid que “es difícil ponerle una etiqueta a la película” y aseguró que “que sea tan inclasificable es muy buena señal”. “Tiene una naturaleza sumamente excéntrica, y muy libremente mezcla muchos discursos cinematográficos. Le puede venir bien la palabra collage, como los que hacía la propia Emma, cuyo espíritu está ahí. Ella decía que este proyecto era una ficción soñante, algo que creo que responde muy bien a la naturaleza de la película. Otros lo definen como un drama surrealista. Por decirlo en una sola frase, podría ser una mezcla de realidad y de ficción a partir de la presencia y ausencia de Fernán Gómez”, explicó.
La cineasta afirmó que el proceso creativo, que comenzó hace más de cinco años, cuando Emma Cohen aún vivía, ha sido “complejísimo y dificilísimo”. En un primer momento, la película iba girar exclusivamente en torno al legado de Fernán Gómez, con el asesoramiento y ayuda de la propia Emma, pero cuando ella murió pasó a convertirse en un personaje igual de capital que él. “Cuando me instalé donde ellos habían vivido hice una inmersión profunda en esa casa tan llena de memoria, de recuerdos, de pasado y de contexto, y a medida que me empapaba de esos dos grandes seres, creadores todoterreno, iba cobrando forma un objeto marcado por la imaginación”, relató.
Pan Nalin, por su parte, presentó en la competición Last Film Show , su último largometraje, que se erige desde los primeros fotogramas en un tributo explícito a los realizadores que le “iluminaron el camino”, como Stanley Kubrick, Andrei Tarkovsky o Eadweard Muybridge. El film se inspira en su propia infancia para relatar el emotivo viaje de un niño sin recursos hacia su sueño de convertirse en director de cine.
“Nací en un remoto lugar al oeste de la India. La primera vez que vi una película fue con nueve años y aquello me fascinó, me hipnotizó. En ese mismo momento decidí que quería hacer mis propias películas, y emprendí un camino muy largo. Como mi familia no tenía recursos, no pude estudiar en una escuela de cine, y como el material era muy caro empecé haciendo storyboards y rodando con viejas cámaras de 16 mm, poco a poco”, recordó.
También presentes en su obra están otros recuerdos más grises, como cuando en 2010 “comenzaron a desaparecer las salas tradicionales y se implantaron las multisalas. Aquello me rompió un poco el corazón, pero quería centrarme también en el futuro, y de esa tensión surge la idea de la película. Por otra parte un amigo se quedó sin trabajo y todo su material de rodaje se convirtió en adornos, brazaletes y cucharillas fundidas. En este reciclaje vi un símbolo del paso al futuro, y por eso también lo muestro en la película”.
Last Film Show muestra el vuelco absoluto que da la vida del pequeño Samay (cuyo nombre significa ‘tiempo’) cuando sus padres le llevan al Cine Galaxy a ver un film religioso. Su padre le advierte de que será su primera y última película, pues “el cine es un arte podrido” e “inmoral”, pero desde que se enciende el haz de luz del proyector, su vida no volverá a ser igual. A base de golpes, el padre intenta mantenerle alejado de su obsesión, pero Samay conocerá a Fazal, el proyeccionista del Galaxy, y un acuerdo secreto entre ambos le permitirá seguir cultivando su mayor ilusión.
Para elegir al protagonista, Nalin explicó que junto a su director de casting, Dilip Shankar (que ha trabado en superproducciones como Viaje a Darjeeling o La vida de Pi ), hicieron pruebas a unos 3.000 niños de todo el país en lo que definió como “un proceso complejo”.
Ocho años después de recibir la Espiga de Honor en Valladolid, el cine del norteamericano Paul Schrader regresó hoy al festival con El contador de cartas , una muesca más en su inagotable galería de personajes torturados por un pasado ennegrecido por los pecados, que buscan desesperadamente el camino a la redención aunque para alcanzarlo deban dejarse la sangre y la vida en la travesía.
Como Mishima , como Travis Bickle en ‘Taxi Driver’, como Wade Whitehouse en Aflicción , como Jake LaMotta en Toro salvaje o como Ernst Toller en El reverendo , William Tillich es en El contador de cartas un hombre que huye de sí mismo sin rumbo ni destino. Acaba de salir de la cárcel tras ocho años y medio encerrado, acusado y condenado por utilizar métodos poco ortodoxos en sus interrogatorios para el ejército.
Un sobresaliente Oscar Isaac da su cuerpo y alma para encarnar al protagonista de este thriller de venganza y redención, un personaje que conforme avanza la trama se desvela que trabajó en la prisión de Abu Ghraib en Irak, donde en 2003 salieron a la luz pública fotografías que probaban numerosos casos de abuso y tortura de prisioneros encarcelados, tras lo cual el Gobierno estadounidense emprendió una purga contra quienes aparecieron en aquellas imágenes.
Isaac interpreta a uno de aquellos cabezas de turco, que aprovechó su estancia en prisión para leer las meditaciones del emperador romano Marco Aurelio y para aprender a contar cartas, un complicado arte que a su salida de prisión le sirve para intentar ganarse la vida discretamente, en la más estricta soledad y sin dejar rastro.
El pasado saldrá a su encuentro en una charla del Mayor John Gordo (interpretado por Willem Dafoe), el hombre que le instruyó durante su estancia en Irak, ahora reconvertido en asesor de seguridad de una multinacional, que nunca compareció ante la justicia. Aunque William intenta pasar página, le resultará imposible cuando allí le reconozca el joven Cirk (Tye Sheridan, el protagonista de Ready Player One ), cuyo padre sirvió en el mismo comando que Wiliam antes de descerrajarse un tiro incapaz de convivir con sus recuerdos de Irak.