Diario de Valladolid

JOSÉ MARÍA EIROS

«No supimos anticiparnos a la situación que los sistemas de vigilancia empezaban a reflejar»

MÉDICO MICROBIÓLOGO Y CATEDRÁTICO DE LA UVA

José María Eiros.- PHOTOGENIC / PABLO REQUEJO

José María Eiros.- PHOTOGENIC / PABLO REQUEJO

Publicado por
Estibaliz Lera

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José María Eiros (Mondoñedo, Lugo, 1959) es licenciado y doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Valladolid. Ha recalado en siete hospitales, nacionales y extranjeros, donde ha desempeñado diversos cargos. En la actualidad es director del Centro Nacional de Gripe de Valladolid y jefe de Servicio de Microbiología del Hospital Universitario Río Hortega de la capital del Pisuerga. Además, es miembro y portavoz del grupo de expertos para el coronavirus en Castilla y León. 

Pregunta.- ¿Qué se sabe ahora del virus que se desconocía al principio y qué sigue siendo una incógnita?

Respuesta .- Se sabe, en primer término, que asistimos a la tercera vez que en dos décadas un coronavirus zoonótico salta al ser humano y demuestra capacidad para progresar en nuestra especie. Aunque estábamos acostumbrados a identificar dos coronavirus alfa y dos coronavirus beta nos sorprendió en 2002 un brote originario del sur de China por un quinto coronavirus que ocasionó el SARS, del que se registraron algo más de 8.000 casos, con una letalidad cercana al 10%. Este virus, al parecer, se transmitió al hombre desde el murciélago herradura, a través de animales intermediarios como las civetas y, con posterioridad, mediante la vía respiratoria de persona a persona. En 2012 se identificó en Arabia Saudita el Síndrome Respiratorio por Coronavirus de Oriente Medio, el sexto cronológicamente identificado originario al parecer de camélidos, que motivó un esfuerzo aglutinador en diagnóstico en nuestro medio, ya que fue coetáneo con el de la denominada gripe aviar. Se mantiene activo en distintos países y ocasiona un cuadro febril de transmisión interhumana con tos e insuficiencia respiratoria, con una mortalidad cercana al 35%. A ellos cabe añadir el nuevo coronavirus causante del brote iniciado, hasta donde conocemos en Wuhan a finales de 2019. En un tiempo breve se publicó por parte de las autoridades chinas la secuencia genética inicial. A partir de la misma se han podido diseñar pruebas de diagnóstico molecular basadas en amplificación de su ácido ribonucleico, métodos de diagnóstico indirecto que determinan anticuerpos frente al mismo y la base internacional GISAID, que alberga más de 60.000 genomas de otros tantos aislados a lo largo del mundo, estableciendo la trazabilidad de su propia deriva biológica en el ser humano. Deberíamos avanzar en el conocimiento de marcadores de progresión a la gravedad una vez que el paciente inicia la sintomatología acompañante. En nuestro medio diferentes grupos de investigación realizan ya aportaciones pioneras en este ámbito.

P.- ¿En qué punto de la pandemia nos encontramos? 

R .- Las cifras en su frialdad indican, con los matices inherentes a la diversificación en los sistemas de registro, que el número de infectados en el mundo se encamina ya a los catorce millones de casos, con casi 600.000 fallecidos. Estos días estamos celebrando unos encuentros de verano en la Universidad de Valladolid donde se expone un tema sobre la globalización y las enfermedades en el marco de una pandemia que ilustra por sí mismo esta realidad. El SARS-CoV-2 no reconoce fronteras y lo demuestra. 

P.- ¿Podríamos haber estado mejor preparados para una situación así?

R .- Esperábamos una pandemia de gripe y la seguimos esperando. Tal vez los sistemas de vigilancia de agentes infecciosos emergentes deberían tensar más a las autoridades que deciden la asignación de recursos. La prudencia, hasta donde conozco, obliga siempre a escuchar a dos partes en un litigio. Una es el virus y la otra el ser humano. Es un reto para nosotros tener sentido de la proporción, distribuir las fuerzas y conceder importancia a lo esencial. Cuando me han preguntado al respecto he reconocido con humildad que no supimos anticiparnos a la situación que los sistemas de vigilancia y notificación en primer término orientales y luego occidentales empezaban a reflejar hace solo seis meses. Cabe ahora sacar consecuencias, reflexionar y disponer de serenidad para afrontar lo que nos toque vivir en el presente y en el futuro cercano.

P.- Desde el punto de vista de la salud pública, ¿qué ha fallado para que nos haya azotado de tal manera?

R .- No soy especialista en Salud Pública, pero conozco la cualificación que poseen los preventivistas y salubristas de nuestro país. Hoy día el ámbito europeo imprime una dinámica a la que es difícil abstraerse. En el marco autonómico poseemos tradición vigilando la gripe en consonancia con la Dirección General de Salud Pública y estamos a su Servicio en la caracterización de virus respiratorios. Resulta esencial en las enfermedades que emergen a partir de reservorios zoonóticos la colaboración interdisciplinar con otros profesionales, como veterinarios, farmacéuticos, enfermeros, biólogos, bioquímicos, bioinformáticos y analistas de datos. Nosotros somos microbiólogos y sinceramente considero que nuestros colegas han mostrado una abnegación, capacidad y laboriosidad extremas. Confío en que sepan ser reconocidas. Como sin duda también deben serlo los profesionales que han asistido pacientes en todos los niveles desde la atención Domiciliaria y comunitaria hasta los cuidados críticos.

P.- ¿De dónde nace su interés por las pandemias víricas?

R .- Nosotros trabajamos en el ámbito de la microbiología diagnóstica y también en el seno de uno de los tres centros que la Organización Mundial de la Salud tiene reconocidos en España para la vigilancia de gripe. La nuestra es la tercera generación de profesionales. Una de las labores que ejercemos es la de caracterizar virus de la gripe y notificarlos a la unidad de Enfermedades Víricas que este organismo tiene en Europa. Con motivo del reciente centenario de la pandemia de gripe de 1918 elaboramos un libro sobre diferentes aspectos del tema.

P.- ¿Qué representó en términos de afectación la gripe de 1918?

R .- La injustamente denominada gripe española causó la gran pandemia de 1918, que desde ese año y hasta 1920 fue responsable de un gran número de casos de enfermedad respiratoria severa y muertes en la población humana. Se estima que el número de infecciones superó los 500 millones de personas, causando aproximadamente 50 millones de fallecimientos, lo que representa entre el 3 y el 5% de la población mundial de la época. De la dimensión de esta da una idea el hecho de que en solo un bienio el número de muertes debido a la pandemia de gripe del 18 sobrepasa las causadas por los virus de la inmunodeficiencia humana desde que comenzaron a propagarse entre personas en los años 70 hasta la actualidad.

P.- Háblenos de los virus de la gripe pandémicos…

R .- A pesar de que los episodios de infecciones gripales anuales se conocían desde antes de 1918, nunca la humanidad se había enfrentado a una pandemia respiratoria de tales proporciones. Hoy sabemos que las pandemias de gripe son causadas por agentes provenientes de un reservorio animal, que normalmente son incapaces de transmitirse entre humanos, pero que debido a la adquisición de mutaciones de adaptación, de algún modo que todavía no somos capaces de predecir, se convierten en virus capaces de propagarse de persona a persona. Estos virus de la gripe pandémicos surgen cada 10-50 años, y no logran ser frenados por la memoria inmunogénica frente a los virus gripales estacionales a los que estamos expuestos o vacunados anualmente. Desde 1918, la humanidad ha sufrido tres pandemias más de gripe, en los años 1957, 1968 y 2009, pero ninguna de la magnitud y escala de la gripe de 1918.

P.- Volviendo a la COVID-19, se están produciendo continuos rebrotes. ¿Es inevitable que, tarde o temprano, uno de esos rebrotes se convierta en una segunda ola? 

R .- El SARS-CoV-2 tiene transmisión comunitaria sostenida y nuestra capacidad diagnóstica lo evidencia. La demanda de pruebas de detección molecular continúa. Da idea de esta realidad el hecho de que en cada uno de los dos grandes centros hospitalarios públicos de nuestra ciudad emitimos un informe de PCR de SARS CoV-2 cada cuatro minutos. Esto nos da una idea de la presencia que mantiene el virus en el diagnóstico diferencial de cuadros potenciales y en los sistemas de cribado que aplican nuestros colegas médicos. La encuesta nacional de seroprevalencia nos ha revelado que sólo uno de cada veinte españoles es seropositivo. El virus dispone de amplio margen todavía. Lo deseable es que asistiésemos a un escenario de extinción biológica, cada vez más improbable. Estamos obligados a ponderar la posibilidad de una segunda onda, cuya dimensión ignoramos.

P.- ¿Podría haber confluencia en otoño de un brote de gripe estacional y la COVID-19? ¿Qué implicaría?

R .- En el hemisferio norte, la perspectiva de coinfecciones que impliquen al SARS-CoV-2 junto con los virus gripales y otros agentes habituales en infecciones respiratorias imprime una nueva dimensión a la importancia de disponer de métodos de diagnóstico virológico e impulsa medidas de prevención, al menos frente a la gripe, basadas en vacunación. Un objetivo nítido consiste en reducir la potencial mortalidad que tanto la COVID-19 como la gripe inducen en personas vulnerables, pacientes con patología crónica y adultos mayores. A pesar de que nuestro conocimiento es parcial y todavía limitado, parece sensato evitar la potencial sobrecarga del sistema sanitario en el próximo otoño e invierno, implementando un programa de optimización en la disponibilidad de recursos y en la prevención integral de los cuadros que estas entidades originan. En el ámbito de la vacunación antigripal, además de la referida protección individual, resultará clave disminuir su potencial impacto a nivel asistencial, comunitario y hospitalario. 

P.- ¿Qué opina de la inmunidad colectiva? 

R .- Ejerce un beneficio ya que obstaculiza la transmisión en la medida que una persona se beneficia de su pertenencia a un entorno ya inmunizado. Nuestra experiencia en infecciones víricas respiratorias estacionales nos obliga a ser cautos. En otras infecciones víricas sistémicas, objeto de vacunación habitual como ocurre en nuestro medio, la inmunidad de grupo resulta determinante y aporta beneficios indirectos para personas no vacunadas cuando otras sí lo están. Es un paradigma de solidaridad social.

P.- ¿Qué piensa cuando ve imágenes con miles de jóvenes de fiesta o playas abarrotadas?

R .- Que la educación sanitaria no alcanza los objetivos. La condición social y comunitaria del ser humano ya se apuntó por Aristóteles en su política y ha sido destacada por los humanistas clásicos. La vida en sociedad requiere también la conciencia de responsabilizarse. Siempre hemos defendido que las actitudes para acometer la difusión de enfermedades infecciosas pasan por las tres “e”: educación, estudio y ejemplo. Sería interesante que los contenidos de los planes de estudio de nuestro país recogieran de forma homogénea un tema sobre el empleo racional de antimicrobianos, los beneficios de la vacunación y unos conceptos básicos en la prevención de la transmisión de enfermedades infecciosas. Construir en positivo es lo que da resultado. 

P.- ¿Corresponde ahora, más que nunca, a la Atención Primaria localizar el mayor número posible de fuentes de infección? 

R .- El nivel de la Atención Primaria es esencial en nuestro sistema y no siempre objeto de reconocimiento. Sus profesionales tanto en Enfermería como en Medicina reciben una formación de grado sólida. España a través del sistema de especialización EIR y MIR facilita una incorporación práctica a la dimensión asistencial real de los profesionales. La epidemiología clásica es robusta en sus herramientas y como ha avanzado la disponibilidad de recursos diagnósticos permite identificar las fuentes de infección a las que alude su pregunta. No debiéramos olvidar que todo ello exige recursos, que en términos absolutos son limitados y ello nos lleva a implantar modelos de evaluación económica y a una cultura de rendición de cuentas.

P.- ¿Van a salir la ciencia y la investigación reforzadas de esta pandemia?

R .- Soy optimista. No ya porque son miles los grupos de prestigio interdisciplinares de todo el planeta los que colaboran en redes potentes que abarcan desde la virología básica hasta el diseño de estrategias vacunales sino porque a nivel local y en nuestro ámbito lo percibo. Recibo un email casi a diario de un colega médico, jubilado, que me remite dos docenas de artículos científicos para leer. No soy capaz de digerirlos todos, pero me asombra para bien la capacidad de producción científica que se genera. Me quedo con lo positivo y este hecho lo es.

P.- A nivel personal, ¿con qué enseñanza se queda de todo lo que ha vivido respecto al coronavirus?

R .- He estado ingresado por la COVID-19 en el hospital en el que trabajo. Ello me ha permitido reflexionar, agradecer y poder detenerme en mi recorrido vital. Quiero agradecer de corazón las atenciones de todos los que dejan su vida atendiendo a los pacientes y mi reconocimiento a los que han perdido la salud y la vida. Lo he comentado en alguna ocasión y lo he trasladado así a las personas de mi entorno, con las que convivo y a mi familia. Me he visto limitado, necesitado de ayuda, vulnerable. Esto puede interesar poco a un lector, pero tal vez lo que más me ha marcado es tomar conciencia de que somos seres contingentes en el cuerpo, pero disponemos de psique o de alma, y es necesario saber lo que pasa en nuestro interior para poner orden. La enfermedad en mi caso ha representado una oportunidad más. Desde mi visión limitada de la existencia humana, como paciente coetáneo de otras personas graves y que fallecieron he podido experimentar algo parecido a lo que es realizar una auditoría interna, saber dónde empleamos el tiempo, nuestras prioridades, nuestros errores… Me gustaría poder reparar y devolver lo mucho que se me ha dado. Sé que no está de moda manifestarse, sin embargo, soy creyente y desde esta perspectiva, fiado en un Padre que se inserta en la historia, confío en que podemos ser perdonados, rectificar y alcanzar la plenitud en otra dimensión. 

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