Diario de Valladolid

Servicios sociales, el éxito político del dinamismo, alejado del inmovilismo

Alfonso Fernández Mañueco y María Isabel Blanco Llamas.ICAL

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Castilla y León no sólo sigue siendo un referente en servicios sociales, sino que fortalece su liderazgo, según la Asociación Estatal de Gerentes de Servicios Sociales. Algo tendrá el agua cuando la bendicen y la gestión cuando la encubran los profesionales. El trabajo de muchos profesionales a lo largo de muchos años confiando y creyendo que los servicios sociales son, junto con la sanidad y la educación, los pilares esenciales de Estado de Bienestar, ese que siempre aparece en las coyunturas más adversas para proteger a los más vulnerables.

Es también una convicción política la de Alfonso Fernández Mañueco y la consejera del ramo, Isabel García Blanco, en una apuesta constante por la modernización, la innovación, pero también la agilidad a la hora de prestar esos servicios sociales, como ocurre con el caso de la Dependencia, que no deja de ser uno de los aspectos esenciales de esos servicios sociales.

Y no hay que poner reparos a que seamos paradigma en esta convicción por convertir los impuestos en beneficios para la sociedad. Al menos hoy no hay que poner reparos. Quizás mañana sea tiempo de seguir progresando y mejorando, incluso con iniciativas e ideas, no sólo desde el gobierno, también desde la oposición. Pero es evidente que desde el gobierno de Mañueco las cosas se hacen bien, con prudencia, con austeridad, pero también con ambición. De otra forma no podría ser posible que nuestros servicios sociales estén siempre a la vanguardia del país. Porque somos lo que somos, pero también lo somos en función de las circunstancias y otros modelos que nos rodean. La nota de Castilla y León, por encima de las siempre pujantes País Vasco y Navarra, está en 7,73, a enorme distancia de los 5,46 a los que llega la media nacional. Pero sobre todo es extraordinaria esta puntuación teniendo en cuenta que ni somos una comunidad uniprovincial ni tenemos una concentración poblacional. Somos extensos como nadie, dispersos como nadie y atomizados como nadie. Y eso, aunque parezca una minucia, aporta una dosis de complejidad enorme a la gestión de cualquier servicio público en un territorio. Y especialmente a algo tan sensible como los servicios sociales.

A la oposición sólo le quedan dos opciones. Sumarse al éxito de una gestión que es de todos y nos compete a todos. O asumirla. La primera opción es la de la política madura, que además puede aspirar a seguir mejorando a través del constante dinamismo, la innovación. Es el fruto de practicar una política alejada del inmovilismo y en constante cambio.

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