INNOVACIÓN
Purines que «no huelen»
Granja. Romaniega desarrolla un tratamiento microbiológico que mitiga el olor, aumenta el poder fertilizante y reduce la emisión de gases

Interior de la Granja Romaniega, donde puede verse a algunas de sus integrantes.-E.M.
Los cimientos de las dos granjas de cerdos que Silvio Nuñez regenta hoy los puso durante su época de estudiante al abrigo de sus padres, a quienes ayudaba en sus ratos libres con su pequeña explotación de unas 80 madres. Las miras de este historiador iban más allá y, terminada la licenciatura, se puso manos a la obra hasta alcanzar las cerca de 5.000 inquilinas que tiene en conjunto, distribuidas entre Quemada y Caleruega. Hasta este segundo municipio de La Ribera de Duero ha llegado uno de los Óscar del porcino por su proyecto para la reducción del impacto medioambiental de los purines.
Casi de estreno, con una segunda ampliación finalizada a principios de este año, la Granja Romaniega, de la empresa Agrocesa-Vall Company Grup, se puso de gala para cruzar la alfombra de los prestigiosos Porc d’Or, en los que presumía de dos nominaciones: al premio especial que concede el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) que valora parámetros relacionados con la sanidad, el bienestar animal y el medio ambiente; y al galardón con el que Zoetis, empresa líder en salud animal, distingue iniciativas innovadoras. Nuñez volvió de Huesca, escenario de la vigésimo sexta edición, con esta segunda estatuilla que reconoce el fruto de cerca de seis años de trabajo e investigación en los que «no todo ha sido fácil».
La preocupación de este criador de cerdos por un tema tan candente como los purines, con una normativa ministerial que regula su aplicación sobre la mesa, le llevó hasta un tratamiento microbiológico. Indagar en los entresijos del mismo cobra importancia con la resaca de la celebración de la Cumbre Mundial del Clima, donde representantes de 200 países han perfilado durante dos semanas compromisos para combatir los efectos del cambio climático, una realidad que avanza a pasos agigantados.
En esta lucha contra las amenazas medioambientales, cualquier aportación suma y la de Nuñez consiste en el desarrollo de un cultivo de microorganismos, compuesto por bacterias y levaduras, cuya principal contribución es mitigar el olor del purín. «No huele», celebra este burgalés antes de aseverar que detrás de este logro hay un proceso «muy complejo» en el que, grosso modo, estos microbios buenos actúan en las balsas –lugar de aplicación– y utilizan como alimento el amoniaco, ácido sulfhídrico y dióxido de carbono. «Los usan de reservorio a la vez que lo convierten en un abono orgánico», sintetiza para añadir otros beneficios de esta transformación como la rebaja en la «contaminación del subsuelo» o la reducción de las emisiones de gases contaminantes hasta en, estima, «cerca de un 80%». La disminución de estos gases nocivos en las balsas evita que se evaporen y, por tanto, que formen parte de la lluvia ácida.
Otro de los efectos de este tratamiento es el «incremento del poder fertilizante» de un purín que resulta «más homogéneo, líquido y fácil de repartir» que el convencional. Su bajo contenido en sales «no reseca ni abrasa la tierra», lo que blinda «mejores y mayores cosechas» en comparación con otras parcelas, asegura Nuñez. Además, el abono tratado con este cultivo de microorganismos tiene «un pH más alto» que el que no lo lleva y «corta de raíz» el desarrollo de diferentes bacterias patógenas como el E-Coli, estreptococos, clostridios o salmonelas, reduciendo los riesgos que traen consigo.
Los vecinos de las inmediaciones de las granjas de Quemada y Caleruega, donde ya hace más de dos años que este purín tratado forma parte del manejo rutinario, son «los mejores testigos» de estos cambios que llegan a la provincia burgalesa como respuesta a una inquietud propia, englobada en una necesidad real existente en el sector. Hasta el momento, la aplicación testada es en balsas. Nuñez reconoce que dentro de las granjas también han hecho pruebas que todavía necesitan de exhaustivos contrastes para hablar de conclusiones. «Ni todos los animales son iguales ni lo son las épocas del año», matiza para destacar, por ejemplo, el periodo que va de septiembre a diciembre, cuando las cebas «son mejores». Restan muchos ensayos para conocer esta repercusión de puertas para adentro, pero los ya llevados a cabo son «alentadores». A priori, entiende que «la disminución de la carga de emisiones, mejorará la respiración de los cerdos y, por ende, su desarrollo». Pero insiste, con mucha cautela, en que «todo está aún en fase de estudio».
Precisamente el reconocimiento que el Porc d’Or a la Innovación hace al esfuerzo de tantos años sirve de «impulso a nuevos caminos». Este ganadero tiene claro que quiere continuar investigando los purines, pero aún duda en la senda a seguir. Despide el año barajando distintas opciones con las que poner su granito de arena en la contienda mundial desplegada frente al cambio climático. En cualquier caso entiende que con proyectos como el desarrollado por la Granja Romaniega, y galardonado en estos premios que distinguen la excelencia porcina, «gana toda la sociedad» al blindar una solución sostenible en el tratamiento de los purines.
La excelencia porcina, también en Zamora y Segovia
Granja Romaniega midió sus diferencias innovadoras con la Cruces, de Pontevedra, y la Coagra, de Lleida. El proyecto de Silvio Nuñez resultó ganador del premio especial de Zoetis en la vigésimo sexta edición de los Porc d’Or.
La explotación burgalesa también era candidata al galardón del Ministerio del ramo, junto a otras de Ávila, Zaragoza y la misma de Pontevedra. Finalmente viajó hasta Galicia, a la Granja Cruces, de la empresa Nudesa.
El máximo galardón de estos premios a la excelencia porcina, el Diamante, se disputaba entre Huesca, Barcelona y Ourense. La ‘estatuilla’ se quedó en la provincia anfitriona de este año, concretamente en la granja Laguarrés-Agropecuaria del Isábena, de la compañía Manzana Piensos Compuestos.
Los 45 premios restantes se repartieron por todo el territorio nacional en función de los criterios de Tasa de Partos, Longevidad y Productividad Numérica.
Castilla y León, que cruzó la alfombra roja con ocho nominaciones, consiguió tres galardones. Además de en Burgos, la excelencia de la producción porcina también está en las provincias de Zamora y Segovia.
La explotación zamorana Integración Matilla, ubicada en la localidad de Matilla La Seca y perteneciente a la cooperativa Cobadú, se alzó con el oro en la segunda categoría de Productividad Numérica. Mientras que la Granja Manaderos, que la empresa SAT 322 Hermanos Chico tiene en el municipio segoviano de Aldeonte, consiguió el bronce en la tercera categoría de Tasa de Partos.