Cocina con sabor a petróleo

Que nadie se asuste por el titular. Solo pretende llamar la atención y poner el foco en un punto del mapa de la provincia de Burgos que un día fuera famoso por el petróleo. En el paisaje todavía subsisten los balancines o caballitos que, durante cincuenta años, extrajeron petróleo de esta parte de las Loras. Hoy solo es un recuerdo y una memoria documentada en el museo de Sargentes. 

La comanda de este pequeño restaurante rural burgalés es reconocida por su cocido loriego, que no lleva sopa ni zanahoria y sí todo lo demás: garbanzos, costilla, tocino, chorizo, etc. Y el relleno castellano. El cocido, siempre por encargo. Pero a diario, un menú del día entre 18 y 20 euros donde no faltan la morcilla hojaldrada, el bacalao con tomate, el arroz negro, las berenjenas rellenas, las carrilleras guisadas o el muslo de pollo de corral entre otros platos. La tarta de queso y el flan de pan ponen el broche del menú de esta casa que dirige con amabilidad y acierto Begoña. 

Esta es la historia de Begoña Garrido, que, de niña, acompañaba a su padre cuando cazaba en el entorno de Sargentes de la Lora. De ahí que su familia veraneara en el pueblo. Pasaron los años y un día, sin haber estado vinculada a la cocina profesional, Begoña abrió el Oro Negro, su pequeño restaurante de cocina rural, ubicado a apenas 100 metros del único Museo del Petróleo que existe en España. Y, como paradoja, a diez metros de lo que fuera un día la gasolinera de Sargentes, hoy, cerrada. Pero ahí está, al pie del cañón desde el año 2018, abriendo a diario salvo en el crudo invierno, en el que cierra lunes y martes. 

Y es que Begoña tiene muy claro que su cocina y su pequeño restaurante son una infraestructura vital para un pueblo que ya es un destino turístico, cultura, geológico e histórico. El dolmen de la cabaña, el Museo del Petróleo y el recuerdo al padre Manjón atraen a visitantes curiosos que, por fortuna, siempre encuentran un lugar donde tomar café y comer. Y esto es hoy oro puro. En este caso, negro. Merece la pena sentarse en su mesa después de visitar el interesantísimo museo.