SORIA
Los testigos verdes de las ciudades
Una investigación de la UVa aborda la resilencia del arbolado urbano y su vulnerabilidad en el nuevo escenario climático en la cuenca mediterránea con sequías recurrentes y aumento de temperatura
La estrategia de biodiversidad de la Agenda 2030 plantea reverdecer las ciudades para combatir el cambio climático y varios países ya se han puesto a trabajar en ello con proyectos concretos. Pero el arbolado no es algo nuevo en las ciudades. Desde siempre sus habitantes han disfrutado de los beneficios y de los servicios que aportan, no solo estéticos, lo que ha requerido de cuidados fundamentales.
El creciente desarrollo y crecimiento imparable de las ciudades (se estima que en 2030 siete de cada diez personas vivan en ellas) hace que sea cada vez más necesario replantear los entornos naturales de las mismas y hacerlo mirando a los nuevos escenarios que depara el cambio del clima, marcado por el incremento de las temperaturas y las sequías recurrentes, que cada vez van a ser frecuentes en la cuenca mediterránea.
Expertos en el sector forestal y medio ambiental investigan desde hace tiempo sobre el comportamiento y los cambios a los enfrentan las masas arboladas. Dentro de ellas se encuentran los árboles de las ciudades, en los que merece la pena establecer un estudio diferenciado, porque crecen y se desarrollan en condiciones bien distintas a los que lo hacen en zonas boscosas.
La urbanización está convirtiendo a las ciudades en verdaderas islas de calor, en las que los árboles pueden dejar de ser un elemento decorativo a ser un elemento fundamental para el bienestar humano, porque permiten aliviar las altas temperaturas, además de mitigar la contaminación.
Investigadores de la Universidad de Valladolid y del Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (iuFOR) abordan en el proyecto 'Resiste', financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, un estudio encaminado a sentar las bases científicas para generar ciudades más verdes ante el nuevo contexto de cambio climático.
Los expertos han publicado los primeros artículos en los que plantean el desafío que supondrá la implementación de zonas verdes en la ciudades de la cuenca mediterránea (España, Italia y Grecia) ante la escasez de agua. La pregunta que se han hecho los expertos es si el arbolado de las ciudades va a estar preparado para aguantar sequías extremas como las que ya se han vivido en 2019, 2017 ó 2012 en España y las necesidades que van a tener de agua que, por otro lado, va a ser un bien escaso. Todo ello unido a una subida constante de temperaturas (el verano de 2023 fue el más caluroso).
Gabriel Sangüesa, ingeniero doctor en Montes, señala que el arbolado de las ciudades generalmente esta formado por especies que han variado a lo largo del tiempo y generalmente se han plantado en zonas que no son sus hábitats habituales, «por lo que no sabemos cómo van a responder ante el cambio climático».
La investigación 'Resiste' partió de un estudio con el arbolado urbano de la localidad de Cuéllar (Segovia) y se ha extendido a otras cuatro ciudades de España, de distinto tamaño y con localizaciones diferentes, teniendo en cuenta el clima. En el norte, Avilés y Bilbao; en el centro, Soria y Madrid y en el sur, Jaén y Córdoba.
El investigador Jaime Madrigal es el que ha trabajado en el estudio de Cuéllar que ha servido para testar los métodos científicos más adecuados y obtener los primeros resultados que han permitido dar el salto a otras provincias. En Cuéllar se realizó un inventario de todos los árboles de la localidad a los que se les tomaron mediciones de tamaño, grosor de tronco y altura y además se realizó un estudio dendocronológico con el que se evaluó su respuesta al clima en relación a su crecimiento.
Aunque se tomaron muestras de unas 8 especies diferentes, el estudio se centró en el cedro del Atlas, porque cuenta con una gran implantación en el sur de Europa. Una de las cuestiones que los investigadores pusieron encima de la mesa es si el riego de los árboles en las ciudades los va a hacer más vulnerables al cambio climático, porque el agua facilita estructuras grandes en la copa pero pequeñas en las raíces.
Por ello se procedió a realizar un seguimiento con árboles regados y árboles no regados. La observación se realizó en años de sequía extrema para ver cómo fue su recuperación posterior. «Como esperábamos los árboles que regamos eran menos resilientes y se recuperaban peor que los que no se habían regado que, paradójicamente, tienen estructuras más compensadas para soportar mejor la falta de agua», indica Madrigal, que también detalla que los árboles que se regaron además arrastraron el impacto de las sequías.
El trabajo de Cuéllar se ha hecho extensivo a otras 6 ciudades españolas, en las que se ha realizado una selección de especies que son las más significativas, como cedros, plataneros de sombra y castaños de indias, entre otros. El estudio comenzó con los anillos de crecimiento de cada ejemplar para analizar su desarrollo en relación a las sequías y al aumento de temperatura.
A esto se ha sumado el estudio de relación de cada ejemplar con los hongos micorrícicos que tiene en las raíces. Además, los investigadores han trabajado con las propiedades de la madera, para conocer la concentración de determinados metales, lo que ha permitido observar la evolución de las políticas medioambientales, así como el desarrollo industrial de las mismas.
El trabajo de recogida de datos ha concluido y los expertos afrontan la segunda parte de la investigación, en la que han comenzado a analizar las muestras de los anillos con modelos estadísticos y de las de los hongos micorrícicos en laboratorios especializados para ver si el impacto del cambio climático es mayor en los árboles de las ciudades más grandes y si la estrategia del riego es la adecuada para su adaptación futura.
Con el trabajo realizado hasta ahora, se ha observado ya la diferencia en la composición y la vitalidad de las especies de las ciudades del norte respecto a las del sur de España, incluidas en este estudio. «Los árboles del sur muestran más decaimiento y pérdida de vitalidad y se notan los efectos de las islas de calor, ya hemos visto como hay una importante mortalidad de cedros», explica Sangüesa, investigador principal, que señala que «ya vemos que el cambio climático tiene un impacto relevante en las ciudades y tendremos que hacer un cambio de paradigma si consideramos que el arbolado es relevante para la salud de sus habitantes para que sea un amortiguador del cambio climático».
Por último, reflexiona sobre el previsible aumento de la población en las ciudades y, en ese caso, considera que el arbolado tiene que contar con espacios en los que crezca de forma adecuada y, a ser posible, que no sean muy dependientes del riego en la cuenca mediterránea.