«Los historiadores vivimos en un mundo en el que no nos sentimos cómodos»

Fueron cinco meses de disturbios y de violencia que formaron la herida más trascendental de la historia de España en el siglo XX. Para muchos, el preludio de la Guerra Civil. Para otros, como Fernando del Rey y Manuel Álvarez, lo ocurrido entre el 19 de febrero y el 18 de julio de 1936 va más allá de lo contado en la historiografía de la época. En ese trabajo se enfangan, mano a mano, para desentrañar aquel período como no se había hecho hasta ahora. Con «honestidad» y «sin hacer trampas», como dice Álvarez, que firma Fuego cruzado. La primavera de 1936 junto a Del Rey, el ensayo con el que han obtenido el Premio Francisco Umbral al Libro del Año.

La pretensión al componer su obra fue la de llegar al «gran público». Nada extraño para alguien que escribe un libro. Pero cuando las letras versan sobre historia académica, ese propósito es más complejo. Conocedores de ello son Del Rey y Álvarez, que hoy reconocieron en un encuentro en el marco de la Fundación Francisco Umbral con el director de El Mundo de Castilla y León, Pablo Lago, que premios como el del Libro del Año 2024 suponen un «espaldarazo» para llegar al lector. 

«Ha sido muy reconfortante porque muchas veces los historiadores vivimos en un mundo muy pequeño, estrecho, corporativo y muy gremial en el que nosotros no acabamos de sentirnos cómodos porque entendemos que la historia debe llegar también al gran público», afirmó Fernando Del Rey, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.

Ligados profundamente a ese mundo académico, ambos historiadores coincidieron en destacar que el Premio Umbral, además de su prestigio, llegase de un jurado «totalmente independiente» para que el que se habían postulado.

«Fue una gran alegría y una gran satisfacción», expresó al respecto Manuel Álvarez, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos debido a «tantos años» de investigación y dedicación para conformar Fuego cruzado. La primavera de 1936. «Sirve para algo más que llegar a nuestros colegas académicos. Sirve para para poder pensar en un público más amplio, para poder pensar en un público interesado por la historia y para ayudar a comprender una historia bonita, pero a la vez tan compleja como la historia española», remarcó.

Gracias a esa ambiciosa base de datos, se ofrece un balance estadístico concluyente para comprender aquellos meses entre las elecciones de febrero y el golpe de Estado de julio en los que se decidió el futuro de la República. Un trabajo minucioso que, a cuatro manos, podría haber resultado más complejo. Pero el «maridaje» de Del Rey y Álvarez, con una larga trayectoria de colaboración entre ambos, ha permitido construir ese relato con el «mayor rigor posible». Con diferentes funciones y capítulos sin especificar el autor no faltaron las contradicciones, como reconoce Del Rey, pero con el fin de llegar a un «balance compartido».

Uno de sus cometidos al escribir este tipo de obra era el de asumir una «perspectiva desacralizadora» para «intentar comprender el pasado y a sus protagonistas» con un relato que no alimentase «banderías políticas del presente». Y lo han conseguido, con «honestidad» y «sin hacer trampas».

«Al final, por ejemplo, ¿cuál es una gran diferencia entre la memoria y la historia? La memoria es un recuerdo reconstruido, es también a veces una identificación con algo que alguien te ha contado, que tú has vivido. Pero la historia bien hecha, la historia para intentar contar lo mejor posible lo que pasó, no tiene la necesidad de ser fiel al relato de unos o de otros, sino que en buena medida lo que busca es desacralizar ese pasado, es decir, desposeerlo de una visión o muy optimista o muy pesimista, en absoluto maniquea, y contarlo tal y como fue», argumentó Álvarez.

Pese al «reto» de conseguir contar la primavera de 1936, la combinación de «experiencia, paciencia, confianza y generosidad» ha hecho posible que Fuego cruzado haya recreado aquel escenario de una manera «rigurosa», como considera Álvarez. De esta forma, el libro se estructura desde una doble perspectiva: por un lado, con una narrativa cronológica que permite seguir el día a día de los hechos políticos y sociales de la primavera del 36; y por otro, con capítulos temáticos que ofrecen retratos colectivos e individuales de sus actores, algunos muy conocidos y otros completamente anónimos.

«Nosotros, evidentemente, no somos literatos, no somos escritores. Pero sí, siguiendo las indicaciones de algunos maestros de la historiografía internacional o española, entendemos que los libros en la medida de lo posible, atrapar al lector», afirmó Del Rey, que mencionó algún recurso utilizado para conseguir ese objetivo, como por ejemplo a través de la recreación de escenas clave como los asesinatos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo, tratados «casi como secuencias cinematográficas».

Un año después de su publicación, ambos coinciden en que su obra ha logrado que el lector capte ese «afán desacralizador» pese a ser una etapa tan conflictiva como es la Guerra Civil. «En general, sí ha habido una buena comunión entre los lectores y nosotros», concluyó Del Rey, cuya obra firmada con Álvarez, refuerza el debate de un período decisivo tras la concesión del Premio Francisco Umbral.