Iván Villapecellín pinta en Valladolid un relato de vacío y duelo con ‘Texturas del tiempo’

Con el deseo de mantener viva la memoria del padre fallecido, el artista vallisoletano Iván Villapecellín se encerró en su estudio familiar en Olmedo buscando sus huellas, tratando de escuchar su voz... Y las halló en las viejas herramientas de su progenitor, carpintero de profesión, en sus barnices, en el serrín, en la grava, en la tiza y en el polvo acumulados aquí y allá. Y, vacío de palabras ante el dolor, compuso un relato pictórico sobre la enfermedad, la muerte, la ausencia y el duelo que desde este jueves y hasta el próximo 22 de junio se puede contemplar en el Palacio de Pimentel, sede de la Diputación de Valladolid.

El fotógrafo responsable de Mapas cerrados, el artista plástico autor de Terra, inauguró ayer la muestra Texturas del tiempo, una propuesta cargada de emotividad y simbolismo levantada desde una abstracción matérica fraguada con los restos que dejó el padre ya ausente. Villapecellín, a la manera de Merz, parte de la pintura para despojarse de ella: prepara el lienzo con los despojos del pasado creando superficies que evocan los muros de Tàpies con arena, betunes, paja, vino... y tiempo -en un vídeo recoge el abandono al que somete a un lienzo, al que arroja al suelo con rabia, dejando la huella del castigo sobre la tela-. Reconoce sentir la necesidad de «labrar la memoria», de moldearla para crear un espacio lleno de texturas sobre el que plasmar su universo plástico. El lienzo, a veces arañado por el creador dolido, se convierte así en una suerte de palimpsesto en el que se funden las voces del ayer y del hoy.

Homenaje al carpintero, Caminos, Demencia, Pena, Bosque / Cárcel, Alma o Luto –serie de 12 lienzos en la que plasma su estado de ánimo a lo largo de un año– componen con sus texturas, con sus signos, una suerte de diario íntimo y emotivo, sin palabras.

«Soy un recolector del tiempo», aseguró Iván Villapecellín durante la inauguración de Texturas del tiempo. Frente a él, junto al fruto de estos dos últimos años de trabajo marcados por las sombras de la incertidumbre, la pérdida y el desconcierto que genera, irrumpía la limpia y serena luz de los campos castellanos, ásperos y solitarios, que reinterpreta con técnicas mixtas sobre lienzo en trabajos como Campos, Plano cenital, Palomar, Poste de la luz  o Arado.  Estampas en las que el artista -emocionado ayer por exponer en un lugar en el que también han mostrado su obra ilustres vallisoletanos como Félix Cuadrado Lomas- levanta un tributo a la sobriedad de sus paisajes, quizá llamados al abandono, al olvido, pero que cuya dignidad él reivindica incorporando a la tela elementos vegetales... y tiempo.