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Indefensión ante el lobo y una multa sin sentido

Fernando Arroyo, ganadero de ovino en Arcellares (Burgos), denuncia un «problema sistémico» que se traduce en un «vertiginoso» aumento de ovejas desaparecidas cada año

La oveja que logró sobrevivir se encontraba pastando junto a sus compañerasF. A.

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A lo lejos, parecía uno de sus mastines. Pipo para más señas. Pero no podía ser porque Fernando Arroyo sabía que estaba con el otro rebaño. Fue entonces cuando se temió lo peor y acertó. No era su querido Border Collie cruzado con Pastor Vasco, sino un lobo al acecho. Los buitres sobrevolando la zona, relamiéndose antes del festín, confirmaban las sospechas de este joven ganadero burgalés de Arcellares del Tozo. Su padre, inmediatamente, se desplazó hasta la zona y constató que el cánido se había «comido media cordera».

«Seguro que estaba oliendo a mi padre desde hace un rato, pero esperó a que se acercase unos 50 metros y se fue a la cara sur del monte Adrero», rememora Arroyo, estupefacto, tras lo ocurrido el pasado miércoles. No es la primera vez que su ganado sufre un ataque, pero nunca antes a plena luz del día. Fue la gota que colmó el vaso. «He estado mucho tiempo callado porque no podía demostrar que era el lobo». Ahora sí. Y con pruebas gráficas.

Después de comprobar que el lobo andaba al acecho, Arroyo se dirigió en coche al otro lado del monte. Quizá hubiese algún grupo suelto de corderas y no podía bajar la guardia. Al cabo de un rato, localizó otro cadáver y comprobó que «todavía estaba caliente». Por si fuera poco, otra oveja sufrió una mordedura en el cuello aunque afortunadamente logró sobrevivir.

Más de un lustro lleva Arroyo entregado en cuerpo y alma, junto a su hermano, a esta explotación de ovino en extensivo que no deja de crecer de manera sostenible en la comarca de Páramos. Empezó con cerca de 800 ovejas y actualmente ronda las 2.000. A lo largo de todo este tiempo, se ha percatado de que hay un «problema sistémico» que la Junta de Castilla y León no logra atajar sino más bien todo lo contrario. De hecho, da fe de que se ha producido un «vertiginoso» aumento de desapariciones en los últimos años.

Al principio, la explotación ‘perdía’ «entre siete y menos de 20» animales. Lo normal, dado que la cabaña no dejaba de crecer, era que se incrementase el número de reses desaparecidas. Sin embargo, en 2023 la cifra se aproximó a las 60.

La situación perdura pese a que se han ido incorporando más mastines de protección. 17 a día de hoy, lo que viene a ser «unos 500 euros de pienso al mes». Puede que el ataque del lobo en la comarca no sea masivo, pero sí «de libro». Es decir: «espera al acecho, se camufla y en un momento dado agarra a la oveja y la tumba». Aparte, «se ha incrementado su presencia en la zona».

Hasta aquí, pudiera parecer uno de tantos testimonios de ganaderos afectados por esta cuestión. Pero ojo, porque Arroyo también tiene que lidiar con la Consejería de Agricultura y Ganadería por una multa que considera del todo imprescindible. En 2023 recibió un sanción de más de 3.000 euros, «sin notificación previa de advertencia», porque su ganado se encontraba -presuntamente- en «condiciones de abandono».

¿En qué se amparaba la Administración? Resulta que la explotación de Arroyo y su hermano tiene autorización para depositar hasta un 5% de cadáveres de su cabaña en una zona Sandach (subproductos animales no destinados a consumo humano). «Nunca hemos superado la cifra», afirma el ganadero mientras remarca que «siempre hacemos desvieje». Lo que ocurre, según denuncia, es que «sacan una media de los años de pandemia» mientras «suman los cadáveres que hemos aportado y las ovejas desaparecidas de cada año».

Le ofrecieron la opción de rebajar la cuantía por pronto pago y reconocer los hechos. Se negó en rotundo e interpuso un recurso, a través de la Unión de Campesinos de Castilla yLeón (UCCL), del que todavía no ha obtenido respuesta. A expensas de lo que determine la Consejería, tiene «clarísimo» que «si les tengo que llevar a juicio les voy a llevar». Más que nada, porque «no podemos estar callados con estas cosas».

«No quiero indemnizaciones. Lo que quiero es que seamos capaces, entre la Junta y los particulares, de ofrecer alternativas para la protección», esgrime Arroyo antes de manifestar que «somos los primeros que defendemos la convivencia con el lobo, pero tiene que haber una manada saludable que se alimente de la fauna silvestre».

El malestar de este joven productor de ovino es compartido por sus compañeros de la Asociación de Agricultores y Ganaderos Unidos (AGU Burgos). En este sentido, la agrupación lamenta el «abandono» que sufre el sector, sobre todo en extensivo, aplicando al lobo la «presunción de inocencia» mientras «se pone toda la carga de la prueba sobre el ganadero».

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