Diario de Valladolid

Pedro y los 32 del campo de concentración de La Santa Espina

El monasterio de La Santa Espina, en Castromonte, fue una cruel cárcel por la que pasaron más de 4.000 personas entre 1937 y 1939, cuando el límite estaba en 600 /«Cada republicano que se saca es una victoria que se saca», asegura el nieto de Pedro

El monasterio de La Santa Espina, en Castromonte. - ARMH

El monasterio de La Santa Espina, en Castromonte. - ARMH

Publicado por
Paloma Revilla

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Isidra y Pedro Gallardo Díaz emigraron de su pueblo extremeño, Campanario, a La Carolina, en Jaén, para trabajar en las minas hace más de 80 años. Pero poco duró ese futuro juntos. Se vio truncado cuando estalló la Guerra Civil. Él se unió al bando republicano. Ella volvió a Extremadura pensando que Pedro había fallecido como consecuencia de la batalla. Allí rehizo su vida con otro hombre. Su familia al igual que Isidra, creyeron que pudo morir en la guerra. Pero hace cuatro o cinco años, la mujer de su nieto, de nombre también Pedro, al encontrarse con una fotografía del abuelo de su marido, comenzó a hacer preguntas sobre su pasado. Pedro y su padre se pusieron en marcha para saber qué le pasó realmente. Rastrearon a través de buscadores, archivos, enviaron decenas de correos… Emplearon todos los métodos que tenían a su disposición para ponerle fin a esta duda. Los únicos que sirvieron, realmente, de ayuda fueron ellos mismos, los familiares y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica .  

Pedro Gallardo Díaz vestido de uniforme. - FAMILIA DE PEDRO GALLARDO DÍAZ

Pedro Gallardo Díaz vestido de uniforme. - FAMILIA DE PEDRO GALLARDO DÍAZ

La mujer de Pedro encontró el acta de defunción entre fotografías antiguas.  «¡Hostia y esto!», expresó ella. Habían localizado un documento del que desconocían su procedencia. El padre de Pedro era por aquel entonces, pequeño. Marcos, de la ARMH, inició el mecanismo de búsqueda y dió con una copia mejor del acta. Encontrarla fue un paso fundamental para que la familia Gallardo pudiera tener un lugar de referencia en la búsqueda de su abuelo, indica Óscar Rodríguez de la ARMH. Memoria Histórica comenzó a «moverse», «logramos saber dónde estaba enterrado», comenta Pedro. Lo enterraron en Castromonte, en Valladolid. Para Pedro, conocer dónde, le supondría «un descanso y una recompensa muy grande». Y añade, «cada republicano que se saca es una victoria que se saca». «Se logró conocer el destino de este defensor de la legalidad de la Segunda República, cuyo paradero fue el Campo de Concentración que los fascistas establecieron en el Monasterio de la Santa Espina , como fuera el caso de otros muchos monasterios convertidos en crueles cárceles en el territorio de lo que hoy día es Castilla y León», declara Óscar. Por el momento, se ha logrado conocer el nombre de otras 32 personas que estuvieron allí. Pero, no saben cuál es la ubicación exacta de Pedro en el cementerio. «Desgraciadamente, en este momento, aún se ignora el paradero en el cual fueron inhumados los represaliados fallecidos en este campo de concentración debido al trato inhumano lleno de venganza del régimen de Franco contra los vencidos en la guerra de España: maltrato, frío, hambre, falta de higiene e insalubridad general,…», expone Óscar desde la ARMH.

Tras interpretar todas las actas,  «se hace de inmediato evidente que Pedro Gallardo Díaz forma parte de un colectivo de presos fallecidos en dicho campo de concentración y que figuran enterrados en el cementerio de la Santa Espina». El listado está compuesto por 33 personas identificadas con nombre y apellidos, incluido Gallardo.  «Todos ellos figuran como domiciliados en el campo de concentración, lugar donde fallecieron por enfermedades atribuibles a un trato ignominioso y cruel», señalan desde la ARMH a nivel nacional. Datos como la fecha de registro; la edad; natural de, «se repiten en los 33 casos de personas identificadas por fallecimiento en la Santa Espina durante su periodo de Campo de concentración, 2 fallecimientos en 1938 y 31 en 1939, del periodo de existencia del campo que fue entre 1937 y 1939», explica Óscar Rodríguez de la ARMH.

 El campo de la Santa Espina funcionó desde «agosto del 37 hasta noviembre del 39», detalla Julio del Olmo, el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid. Vivían todos hacinados, lo que «facilitaba la propagación de enfermedades, piojos, pulgas, chinches…Como prácticamente la ropa no se podía lavar, estaban en condiciones higiénicas desastrosas», explica del Olmo. El abuelo de Pedro estaba en un patio. Todos apilados. No tenían apenas comida, ni abrigo. Él duda de que todos los fallecimientos hayan sido causados por las condiciones de higiene o las enfermedades. Pues « de golpe, fueron enterradas 28 personas donde estuvo mi abuelo », expresa. En el acta de defunción, se indica que Pedro Gallardo Díaz falleció por una tuberculosis gaseosa. 

Se llegaron a superar los 4.000 presos cuando el límite de aforo estaba en 600. «Una barbaridad», manifiesta Pedro. «Llegamos a entrevistar a un hombre que estuvo en La Santa Espina. Decía que las condiciones eran durísimas, pero no por el maltrato físico, sino por la falta de higiene, de camas… Comían en el suelo», declara el presidente de la ARMH de Valladolid. Dormían en colchones que se hacían ellos mismos con paja. El campo era «sobre todo de clasificación». En algunos de los mejores casos se les enviaba a sus pueblos natales. 

La búsqueda de Pedro Gallardo Díaz supuso «un antes y un después. Una lucha abierta por la injusticia que se cometió en una guerra en la que los republicanos también mataban. Se mataban entre hermanos», confiesa su nieto. 

Certificado de defunción de Pedro Gallardo Díaz. - FAMILIA DE PEDRO GALLARDO DÍAZ

Certificado de defunción de Pedro Gallardo Díaz. - FAMILIA DE PEDRO GALLARDO DÍAZ

«Una vez termina la guerra siguen asesinando a personas, ¿por qué?», se pregunta. «Mi abuelo no pudo ganar la guerra, quiero ganarla yo», expresa Pedro. «No entiendo de colores. Quiero a mi bandera, a mi país. Le diría a Franco: ¡jódete cabrón! Que esto lo hemos ganado nosotros», manifiesta. El hijo de Pedro Gallardo Díaz tiene 87 años, saber dónde está enterrado su padre exactamente, le supondría paz. Para su mujer y Pedro, «un descanso y una recompensa muy grande». 

Ramón Monclús Barberá, el padre de Josep Ramón, también pasó por La Santa Espina. Nació en Alfés, un pequeño pueblo cercano a Lleida. Se dedicaba a la agricultura y era «muy buen jugador de fútbol», señala uno de sus familiares. Pero, al igual que a Pedro, la guerra irrumpió por completo en su vida. «En el año 36 le llamaron a filas del ejército republicano y le destinaron a la Brigada Internacional número once, dedicada a fortificaciones y sanidad, en el frente del Ebro», explica. El 2 de abril de 1938 se entregó en Nonaspe-Fayón, en Zaragoza, al ejército nacional. «Lo trasladan a Valladolid, de Valladolid a Medina de Rioseco y de Rioseco al monasterio de la Santa Espina andando». Tras varios meses en ese campo, en concreto el 2 de diciembre de 1938, «le reclutaron en la Caja de Reclutas de Valladolid para su identificación personal, destinado al cuartel de Caballería Farnesio de la misma capital».

La familia de Ramón, también conoce cómo fue la estancia en La Santa Espina, «la vida en el campo de concentración fue muy dura, por los malos tratos, el hambre y el frío». Confiesa que, «al salir al patio les pegaban con correas, todos los días bajaban al río y subían una piedra con la que empedraron el patio de la Santa Espina ». La comida dejaba mucho que desear. Consistía en un chusco de pan y caldo de huesos de caballo. Ramón Monclús Barberá vió morir a muchos compañeros. Es por esa razón, por la que se asombraban cuando contaba la tragedia. «Mi padre fue un hombre austero y generoso toda su vida. A pesar de lo que le tocó vivir, nunca perdió la dignidad y se mantuvo fiel a sus ideales. Soñó con un mundo más justo, si perder la guerra supuso el fin de la revolución social, la posguerra en el pueblo fue durísima y más en un pueblo tan pequeño», expresa su hijo. Además, añade, «me siento muy orgulloso de mi padre, porque nunca abandonó sus ideales». 

En 1888 el monasterio de La Santa Espina era una Escuela de Capacitación Agraria. La gestionaban Los Hermanos de La Salle. Pedro les envió «unos 40 correos. Ni me contestaban. Se cerraban en banda, no querían colaborar». Desde la ARMH indican que fue «el Ayuntamiento de Castromonte  quién sugirió a la familia de Pedro Gallardo que buscase en la ARMH, apoyo para la investigación». 

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